LA EMPLEADA MUNICIPAL
Y SUS CUATRO DRAGONES
Miriam Cairo
La vecina de enfrente cría cuatro
dragones azules. Los deja encerrados bajo cuatro llaves cuando se va a
trabajar, sea de día, sea de noche.
En la oficina, tiene que hacer toda
clase de memorias e informes, y tomar los reclamos de las ciudadanas y los
ciudadanos comunes que no saben cómo criar dragones. La vecina trabaja, trabaja
como una máquina hasta que se tilda.
Alejándose de presumir si volar alto o
más alto, mete las quejas en un dedal, a la vez que recuerda los abusos
afectivos de sus dragones que no quieren dormir si no les pone un dedo en la
boca.
La vecina tiene un vestido color
lavanda, hecho con sus propias manos de criar dragones. Lo ha bordado con
pequeños corazones vivientes y cristales blandos. Una emoción inmensa crece en
todas las cosas que la rodean cuando se va al cine o a la costanera con su
vestido bordado.
A veces regresa sola a su casa y a
veces también. Entonces se pregunta si es cierto que está criando cuatro
dragones azules. Cuando no los recuerda se pregunta por infinitésima vez cómo
son de azules sus cuatro dragones. Hasta que unas briznas marinas comienzan a
flotar en sus ojos. Así pueden ocurrir algunas cosas. A veces, no sabe qué
hacer con esos dragones que no recuerda, ausentes por completo en su memoria. A
veces, escucha el rumor azul en las paredes, a veces sólo recuerda ocho ojos
que la miran. Luego un rugido ensordecedor y un golpe seco de pezuñas contra el
piso le devuelve las cuatro crías dulcísimas y espeluznantes.
Su confusa idea sobre los días y las
noches no la deja dormir, o duerme cuando los otros no, o duerme cuando nadie
diría que eso es dormir. Antes miraba fotos de sus futuros dragones, ahora mira
fotos de los dragones que no recuerda. Ha escondido algunas entre los
expedientes de la oficina, para distraerse mirándolas a la hora del almuerzo.
Son reales, suele decirse a la hora del almuerzo, cuando todos los ciudadanos
detrás del mostrador se quejan porque las empleadas vayan a comer. Siempre lo
mismo dicen los ciudadanos. Pagamos los impuestos para que ellas se vayan a
comer. Algunos ciudadanos pagan demasiados impuestos, entonces empujan el
mostrador y aparece el guardia de seguridad, con su uniforme azul oscuro, más
oscuro que el átomo, y se pone él mismo a recibir quejas que no irán a ninguna
parte. Los ciudadanos comunes no saben que mi vecina es una ciudadana común
aunque críe dragones.
Lo cierto es que esos cuatro dragones
le parecen caídos del cielo. Basta solamente que levante los ojos hacia el
cielorraso para ver cuatro mosquitos grises que le hacen pensar en sus cuatro
dragones azules caídos del cielo.
Después del almuerzo vuelve al trabajo. Vuelve a
registrar una queja por minuto. Si fuera más veloz entrarían dos quejas por
minuto y las estadísticas se irían al diablo. Es un trabajo estremecedor. La
señora de falda larga hecha de colas de cocodrilos hace un reclamo que va en la
columna derecha. El hombre con sonrisa hecha de caparazones de cangrejos hace
un reclamo que va en la columna del medio. La dama con un vestido de escamas de
pescado hace la queja que va en la columna de la izquierda. Así todo el día
hasta que llega la hora de volver a casa.
Ella saca a la vereda a los cuatro dragones
azules y los sienta a la orillita del cordón para que cuelguen las patas. La
gente que pasa no dice nada porque los dragones no existen y si no existen
creen que no los pueden ver. Pero, por si acaso, ella borra las huellas, para
evitar posibles rumores.
Mi vecina, montada en sus cuatro
dragones azules ha dado varias vueltas alrededor del sol y pasa sus vacaciones
de enero, incluso cuando se las dan en noviembre o cuando no se las dan porque
no le corresponden, en los mares de la luna, donde la arena no le entra en los
ojos y puede flotar a toda hora, dentro o fuera del mar, dentro o fuera de la
memoria.
Mi vecina ha hecho lo que haría yo si
tuviera cuatro dragones.
Miriam Cairo colabora en el diario Página 12 desde el
año 2004, en las contratapas del suplemento Rosario 12 publicando
microficciones, textos poéticos y narrativos. La Editorial Abrazos, en el año
2006 editó su libro Culonas y en 2016
con la editorial Tierra de Vientos se publicó Sado Poesía, donde una vez más pone de relevancia el poder creador
y erotizante de la palabra. Entre sus actividades del ámbito académico ha
participado como expositora en diversas jornadas de investigación y sus textos
se divulgan en diferentes antologías y blogs del país y Latinoamérica. A su
vez, coordina talleres literarios en las ciudades de San Nicolás y Rosario
desde el año 2001.
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