EL PÁJARO DE TRUENO
Lu Evans
Es una hermosa tarde de verano en Río de Las Piedras Perdidas. El cielo azul claro me hace feliz y es entonces cuando quiero estar al aire libre y disfrutar de la naturaleza. Camino por las calles bordeadas de árboles. Las horas se pasan tan rápido que, antes de darme cuenta, estoy exhausta. Luego, al encontrar un parque, me siento en el banco más alejado a los niños que juegan bajo la atenta mirada de sus madres.
Saco del bolso un bocadillo y una lata de Coca-Cola. Al darse cuenta de que tengo comida, algunas palomas se me acercan, caminan torpemente con sus diminutas patas, moviendo la cabeza hacia adelante y hacia atrás.
Les tiro unas migas de pan. El número de palomas aumenta a mi alrededor hasta que una inmensa sombra desciende sobre mi cabeza. Con un chirrido, la criatura se lanza sobre los pájaros con todo el peso de su enorme cuerpo. Algunas palomas logran escapar. Otras quedan aplastadas bajo la criatura. Algunas, golpeadas por las grandes alas, quedan desorientadas.
El gran pájaro se traga las palomas que tiene debajo hasta que no queda ninguna.
En estado de shock, quedo inmóvil como una estatua.
El pájaro no es un halcón, ni
un águila, ni un buitre, ni un cóndor. Es más grande y más robusto que
cualquier pájaro que haya visto jamás.
—Oh, nada como un refrigerio a
media tarde, ¿eh? —el pájaro habla con su voz aguda y aterradora.
Miro a mi alrededor para
asegurarme de que realmente soy yo con quien está hablando. Nadie más está
cerca ni mirando en nuestra dirección.
—Sí, es un buen momento para
tomar un refrigerio —mi voz tiembla—. ¿Tienes sed? Tengo una botella de agua en
mi bolso —le ofrezco, pensando que es más prudente ser amigable que comestible.
—El día es muy caluroso. El
calentamiento global es una mierda. Si no te importa, acepto la oferta.
Me apresuro a alcanzar la
botella de agua. Con manos temblorosas, abro la tapa y se la entrego al pájaro.
Agarra la botella con una de sus garras y bebe ruidosamente.
—¡Gracias! Es muy amable de tu
parte.
—De nada. ¿Le importaría
decirme quién es usted, señor? No me malinterprete, pero nunca he visto una
criatura así y soy una espectadora atenta de los documentales sobre la
naturaleza.
—No me importa en lo más mínimo
—responde—. Soy un pájaro del trueno[1].
—¡Pájaro de trueno! ¿Ese pájaro
legendario?
El animal ríe con tanta fuerza
que se sujeta el vientre con las alas.
—No soy una leyenda. ¿No ves
que soy muy real? —Se da vuelta y extiende sus larguísimas alas.
—Sí, por supuesto. Pero estoy
confundida.
—Oh, soy el pájaro de trueno
original. Teratorn a su servicio.
Desconcertada, pregunto si
puedo buscar el término en mi celular y la criatura me dice que siga adelante.
Para mi sorpresa, el pájaro viene a sentarse a mi lado y me explica que siempre
ha tenido curiosidad por ver cómo funciona un teléfono celular. Me deslizo
hasta el borde del banco.
—Lo siento. Estoy un poco
nerviosa. —Intento sonreír.
—Es comprensible, pero, por
favor, continúa —dice cortésmente.
—Bueno, en realidad es muy
simple. Sólo tenemos que poner el tema que queremos investigar en esa pequeña
barra y hacer clic en la lupa. ¿Ve?
Simplemente, hago clic en el término “teratorns”
y aparece una lista de artículos. Ahora Seleccionaré uno de esos artículos para
conocer toda la información sobre usted.
—Seleccione este, por favor.
Tiene una linda foto que se parece a mí. —Señala con la punta de su pico
curvado.
Todavía nerviosa, sigo leyendo:
—El legendario Pájaro de Trueno
puede haberse originado a partir de los Teratorns, ancestros de los buitres,
que volaron sobre Nuevo México hace unos diez mil años. Sin embargo, hay
informes de personas que han visto tales aves en fechas tan tardías como el
siglo XIX en las montañas de
Doña Ana, en las afueras de Las Cruces.
—Exactamente —dice él con
orgullo.
—¡Guau! ¡Fascinante!
—¿Y sabes qué es aún más
fascinante?
—No tengo idea, pero estoy
ansiosa por descubrirlo.
Sus ojos de ave de presa se
estrechan.
—Es que estoy siempre
hambriento.
—¡Mami, mira! ¡Un pájaro
gigante lleva una mujer!
Concentrada en tejer, la mujer
presta poca atención a lo que dice su niña, pero aun así mira hacia el cielo,
pero lo único que ve es una sombra que se aleja entre las nubes.
—¡Sí Sí…!
¡No importa! El pájaro gigante
ya ha desaparecido por encima de las nubes.
[1] El pájaro de trueno es una criatura legendaria para
ciertos pueblos indígenas de América del Norte. Se dice que crea truenos
batiendo sus alas y relámpagos con el brillo de sus ojos. Esta leyenda podría
estar inspirada en un animal real, el Teratorn, un ave rapaz prehistórica con una envergadura de entre 11 y 12 pies y vivió hace
aproximadamente 25 millones de años.
Lu Evans es brasileña, licenciada en Periodismo y
estudiante de Antropología en el Central New Mexico College/USA. Ha publicado
dieciséis libros, algunos de los cuales han sido traducidos al inglés y al
español. También es dramaturga, cuyos textos de teatro infantil y para adultos
han sido representados y premiados en Brasil. Sus cuentos han aparecido en
antologías y revistas nacionales e internacionales. Es miembro del Centro de
Literatura y Cine André Carneiro, de la Academia Internacional de Literatura
Brasileña y de la Speculative Literature Foundation/USA, de la que es jurado en
los concursos A.C. Bose y Diverse Worlds + Diverse Writers. Coordina el
proyecto Fantastic Literature by Women/US y Fantastic Writers (con Rozz
Messias). Algunas de sus colecciones incluyen autores de distintos países:
América Fantástica, Fator Morus, Vozes Intergalácticas, O Último Dia do Futuro
y Terra Mágica.
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