Sergei Páltsun
El sábado, Verka, la esposa de Tupkov, arrastró a su marido a una exposición floral. Como cada verano, la exposición se celebraba en el parque central y gozaba de gran popularidad entre la gente del lugar. Todas las amigas de Verka la visitaban, y la esposa de Tupkov no podía perder la oportunidad de participar en la vida social. A Tupkov no le interesaba la vida social: le interesaban la cerveza y la televisión, pero la vida social de Verka era tan escasa y precaria que, en su afán, podría superar no solo la resistencia de su esposo sino incluso la Línea Maginot.
Así que Tupkov seguía a su esposa por el parque, pensando en el fin de semana malogrado y mirando a su alrededor en un intento inútil de encontrar alguna fuente de vivificante cerveza. Sin embargo, los puestos de la exposición aún estaban lejos, y a lo largo del camino solo se encontraban bancos rotos cubiertos por espesos arbustos, los mismos donde él y sus amigos solían disfrutar de la mencionada bebida en los viejos tiempos. Los recuerdos del glorioso pasado apesadumbraron por completo a Tupkov y le generaron un amargo suspiro.
—¡Oh! —exclamó, y puso en esa breve palabra todo lo que quería expresar sobre la injusticia universal del destino y la vida perdida.
De pronto Verka, que estaba monologando acerca de la indigna apariencia y el indeseable comportamiento de Tupkov, interrumpió su discurso a mitad de camino y se quedó con la pierna levantada. Un gorrión que se acercaba al banco también quedó suspendido en el aire mientras que en el banco aparecía un pequeño hombre verde. El hombrecito le regaló a Tupkov una cariñosa sonrisa de viejo psiquiatra y golpeó el banco invitando a Tupkov a sentarse a su lado.
¡Delirium tremens!, cruzó por la mente de Tupkov, pero como no había bebido una gota de alcohol desde la noche anterior, la idea del delirium tremens fue descartada de inmediato, siendo reemplazada por una versión bastante digna y hasta científica sobre el tema de los extraterrestres. No hacía mucho que Tupkov había oído de alguien que a los hombrecitos verdes suelen secuestrar personas y realizar experimentos, así que decidió no oponer resistencia y se sentó en el lugar indicado.
—Tprndgtx, Servicio de Optimización de Cronoplastos —se presentó el pequeño ser verde—. Su queja acerca del insatisfactorio estado de su existencia en esta capa del continuo resultó ser la solicitud cien trillones, por lo que se me encomendó descubrir las causas y satisfacer sus deseos. ¿Sería tan amable de expresar qué necesita para mejorar sus circunstancias existenciales?
A partir de esta introducción, Tupkov entendió que por el momento no lo iban a secuestrar, incluso podrían darle algo interesante. Envalentonado, aunque sin intención de ser descarado, solicitó algo modesto.
—Oh, nada en particular... Solo un par de botellas de cerveza y todo estará bien...
—¡Oh! Veo que entiende el arte de la optimización —dijo Tprndgtx respetuosamente—. No todos, incluso en cronoplastos más avanzados, conocen el servicio de “todo estará bien”, lo que permite que se abran todos los caminos. Más aún: ese servicio lo proporcionamos muy raramente y con grandes reservas. Pero para usted, por ser el cliente número cien trillones, sin duda haremos una excepción... —Tras estas palabras, Tprndgtx asumió la postura de un declamador y se dirigió a Tupkov recitando un breve discurso—: Antes de proporcionar este servicio tan raro y valioso, permítame recordarle, para evitar malentendidos, la esencia del mismo. Como seguramente sabe, el tiempo tiene una estructura no unidimensional, sino bidimensional. Por lo tanto, el mismo evento, ocurriendo simultáneamente en diferentes planos temporales paralelos, puede diferir en algunos detalles de sí mismo, lo que conduce a la división de las líneas del mundo y a la convergencia del proceso histórico… —Aquí, Tprndgtx miró intensamente a los ojos de Tupkov y cambió de tono—: En resumen, los mismos eventos, en diferentes realidades, pueden tener diferentes consecuencias y, en consecuencia, la historia seguirá un curso diferente. Por ejemplo, en una realidad, el asesinato del archiduque lleva a la guerra, y en otra, solo a un conflicto diplomático... En esta realidad, usted es un pobre hombre sumiso propenso al alcoholismo y, en otra, puede convertirse en el favorito de las mujeres y un ídolo popular. Tendrá un trabajo diferente, una esposa diferente, un nivel de vida diferente... —Aquí, Tupkov se iluminó, pero Tprndgtx continuó—: Por lo tanto, nuestro servicio consiste en revisar todos los caminos de su existencia, elegir el óptimo y realizar la transposición de su personalidad al cronoplasto correspondiente...
—Y todo será diferente, ¿mejor, en el sentido de... mejor? —preguntó roncamente Tupkov.
—Bueno, no completamente diferente; la base de su personalidad no se puede cambiar, pero las circunstancias de la vida, sin duda, se modificarán —explicó Tprndgtx—. Así que, si está de acuerdo, activaré de inmediato el escáner-optimizador, y dentro de veinte segundos estará en el cronoplasto óptimo desde el punto de vista de la existencia...
—De acuerdo, de acuerdo, no demore... —apremió Tupkov, tras de lo cual el hombrecito verde presionó algunos botones en un dispositivo que apareció de la nada en sus manos y, tras informarle a Tupkov que la transferencia se realizaría automáticamente después de veinte segundos, desapareció.
Tupkov se recostó en el respaldo del banco y, cerrando los ojos con tensión, esperó. De repente, el monólogo de su esposa, que se había interrumpió, volvió a taladrarle los oídos, y Tupkov abrió los ojos.
Verka ¿o Lyubka?, reflexionó Tupkov.
“Nadya. Aquí es Nadya”, murmuró la voz de Tprndgtx en la cabeza de Tupkov. La mujer, sin dejar de hablar críticamente, continuó marchando con paso de reina hacia la exposición, y el gorrión completó su vuelo interrumpido para posarse en el banco junto a Tupkov, mirándolo de manera evidentemente burlona. ¡Me engañó!, cruzó por la mente de Tupkov. Me engañó como a un niño. Sin embargo, en ese momento, su mirada cayó sobre sus propias manos y descubrió que en cada una sostenía una botella de cerveza. No, hombre, parece que, aunque verde, el sujeto es correcto. Tupkov cambió sus pensamientos y, destapando una de las botellas, acercó ávidamente el cuello a sus labios...
En ese momento, Nadya notó la desaparición de la audiencia y volviéndose hacia Tupkov, gritó:
—¡Vamos, maldito alcohólico! ¡Apúrate!... Te dije que salimos de casa demasiado tarde.
Tupkov bebió una de las botellas de un trago, destapó la siguiente, y empinado el codo periódicamente, siguió a su esposa.
La existencia, claramente, estaba mejorando...
Título original: Оx!
Traducción del ruso: Dariia Silvestrova
Sergii Páltsun nació en la ciudad de Lutsk, Ucrania,
en 1961, pero ha vivido en la capital, Kiev, casi toda su vida. Se licenció en
el Instituto Politécnico de Kiev y ahora enseña física allí. Le encanta la
ciencia ficción en todas sus manifestaciones. Desde 1981 ha publicado un
centenar de relatos fantásticos y humorísticos en cuatro idiomas en antologías
y publicaciones periódicas.
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