EL ÁRBOL
Alejandro Bentivoglio
No recuerdo un tiempo sin el árbol y, sin embargo, mi hijo dice que no
estaba allí cuando nos mudamos a esta casa. Fue hace mucho y mi memoria no es
la mejor de mis habilidades, si es que tengo alguna, pero estoy seguro, podría
afirmar sin sombra de duda que el árbol sí estaba. Mi hijo era pequeño en ese
entonces y probablemente no reparó en el árbol. Podría decir que tal vez el
árbol también estaba creciendo pero lo cierto es que siempre lo recuerdo de la
misma altura. Lo he podido ver desde mi estudio todo el tiempo, allí donde
escribo los libros que unos pocos leen y que son suficientes para una vida sin
preocupaciones. Mi hijo ya no vive conmigo y mi esposa murió hace muchos años.
¿Qué es el tiempo
para un viejo? Aún escribo a mano y observo al árbol mientras tanto. Sus ramas
se extienden trazando dibujos en el cielo. Cuando yo me haya ido, él árbol
seguirá aquí y mi hijo heredará esta casa y si no la vende, seguirá viéndolo.
No sé qué pensar
al respecto. Quizás en este asunto yace una historia, quizás no. Hablar del
árbol para hablar de mí o para hablar de mi vida o de la vida de cualquiera de
nosotros. Un destino común o un fruto que parece tentarnos en una semblanza
evidente. Pero las páginas vienen de residuos de árboles como este y contar su
historia sería algo casi incestuoso. No tengo compasión por el árbol, como él
no la tiene por mí. Pero ambos guardamos secretos. Bajo su sombra está
enterrada mi esposa. Ya nunca digo su nombre. Si fuera una de mis historias,
evocaría una sorpresa culminando estas líneas con una confesión que cualquier
lector pudo haber intuido: yo maté a mi esposa. Pero no lo hice. Los finales de
un hecho tan simple como este, también son simples. La muerte, la tragedia, la
inexistencia de mí mismo, imaginarlo todo, el poder mágico del árbol son
ramificaciones que cualquier contador de historias puede entregar. Pero no hay
nada de eso aquí, no busco nada al dejar estas reflexiones, tampoco deseo la
simpatía de un improbable lector. Es que los viejos solo pensamos y recordamos.
Y a veces cuando mi hijo vuelve a casa, hablamos junto al árbol y siento que
algo de mí está vivo y la casa no parece tan antigua.
Pero aquí todo es
antiguo. Demasiado.
Excepto por el árbol, él siempre ha estado aquí. Y la distancia entre el tiempo y la eternidad es lo que construye la primavera de este espacio.
Alejandro Bentivoglio nació en 1979 en Avellaneda. Cursó el Profesorado de Castellano, Literatura y Latín. Publicó es autor de trece libros de ficción, incluyendo la antología personal Transego, que recoge lo mejor de sus primeros diez libros y La Parca, bajo el seudónimo de Bjork Altman, escrito en colaboración con el escritor y músico Daniel Juárez Dion. Ha sido incluido en antologías y revistas físicas y virtuales de América y Europa y traducido al inglés, italiano y griego. También ha escrito crítica de cine, música y literatura y algunas novelas aún inéditas. Entre los sus muchas obras publicadas pueden mencionarse Revólver y otras historias del lado suave (2006), Dakota/Memorias de una muñeca inflable (2008), Paul está muerto (2011), Abcdefghijklmnñopqrstuvxyz (2011), Mágico histérico tour (2011), Vértigo verbal del suicida reincidente (2011), Ariadna superstar (2012), Todo lo que dejamos atrás (2012), Ultraficción (2015), Música para naufragios y otros eventos sociales (2015). Sus microficciones han sido incluidas en numerosas antologías de Argentina, Estados Unidos y España. Dice que sus intereses son la literatura, la música, el cine y el fast food.
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