jueves, 16 de noviembre de 2023

EN CASA AJENA (DOS) ALEJANDRO BENTIVOGLIO

En la segunda entre de EN CASA AJENA es posible observar cómo Alejandro Bentivoglio depreda, impunemente, textos de Franz Kafka, Anton Chejov y Jonathan Swift. Sé que a más de uno de ustedes les encantaría descubrir dónde empieza uno y dónde termina el otro; lo siento, eso no es posible. Ni Alejandro ni yo sabemos a ciencia cierta cuáles son los límites. Todo se limitará, por lo tanto, a proponerles que se dejen llevar y los disfruten.





LA HABITACIÓN RECUERDA

Franz Kafka & Alejandro Bentivoglio

 

Había estado observando la habitación de huéspedes que le había tocado en suerte luego de la cena que había brindado el Conde de S…, pero era un cuarto como cualquier otro. Excepto por un detalle que le hizo volver varias veces la vista. Fue en un rápido vistazo que le llamó la atención un retrato oscuro en un marco también oscuro. Ya se había fijado en él desde su lecho, pero no había podido apreciar los detalles desde esa distancia y creía que el cuadro había sido retirado quedando solo una mancha negra. Pero como podía comprobar ahora, se trataba de un cuadro, el busto de un hombre de unos cincuenta años. Mantenía la cabeza tan inclinada sobre el pecho que apenas se podían distinguir los ojos; esa inclinación parecía causada por la elevada y pesada frente y una nariz grande y aguileña. La barba, a causa de la posición de la cabeza, permanecía aplastada contra el mentón, pero volvía a recobrar su amplitud más abajo. La mano izquierda se hundía abierta en los cabellos, como si quisiese levantar la cabeza sin conseguirlo. Era un hombre sumamente desagradable y pensó en decirle a los criados que retiraran inmediatamente esa cosa de allí, porque se sentía oprimido, como si algo no lo dejara respirar, como si algo lo obligara a contemplar y experimentar su propia destrucción.

Trató de luchar contra esas imaginaciones de su mente febril, pero se dio cuenta que no podía hacer nada, que solo se veía arrastrado hacia una espiral de pensamientos insoportables y dio un manotazo que terminó con una jarra con agua que estaba sobre una pequeña mesa despedazándose en el suelo y luego él mismo desvaneciéndose, cayendo sobre los vidrios. Uno de los cuales cortó limpiamente su garganta. Un accidente absurdo. Al menos eso pensó el Conde cuando lo encontró muerto por la mañana. En la habitación donde su abuelo, retratado en la pared, solía castigarlo cuando era niño, hasta hacerlo sangrar, hasta hacerlo pensar que algún día no saldría vivo de allí.







EL PACIENTE

Anton Chejov & Alejandro Bentivoglio

 

La descripción que puedo hacer del asilo es relativa. ¿Acaso pueden confiar en mi palabra? No es que diga que estoy demente, eso lo dicen otros. Yo no siento que mi forma de pensar o actuar sea muy diferente a la de los demás. No lo sé, ¿cómo puede un hombre juzgarse a sí mismo sin pecar de condescendencia o de una exageración de sus defectos?

En esta sala hay unas camas clavadas al piso; en las camas, estos, sentados; aquellos, tendidos, hay unos hombres con batas azules y bonetes en la cabeza: son los locos. Hay cinco: uno es noble, y los otros pertenecen a la burguesía humilde. El que está junto a la puerta es alto, flaco, de bigotes rojizos y ojos sanguinolentos, como los ojos irritados de un hombre que llorara constantemente. La frente en la mano, está sentado en la cama sin apartar los ojos de un punto. Día y noche entregado a la melancolía, mueve la cabeza, suspira, sonríe a veces con amargura. Casi nunca interviene en las conversaciones, ni contesta cuando le preguntan algo. Come y bebe de un modo completamente automático todo lo que le sirven. Es un tipo tranquilo. Nunca ha causado problemas. Nadie quiere meterse con él y aunque no sabemos qué es lo que le pasa, los médicos dicen que no podría pasar afuera ni un minuto. Que ni él, ni el mundo están preparados para su presencia. Nosotros no lo sabemos. Muchos están verdaderamente desquiciados y otros tenemos cierta lucidez. Pero, de cualquier manera, ¿quiénes somos para cuestionar lo que dicen los doctores con sus batas blancas y sus pruebas?

Además, cuando él se aburre, se limita a caminar por las paredes y el techo, levitar o simplemente hacer aparecer dragones de sus manos. Dragones dóciles, eso sí, que ni un escupitajo de fuego escupen.






EL PRIMERO

Jonathan Swift & Alejandro Bentivoglio

 

Me desperté con un terrible dolor de cabeza. Me levanté y caminé sin saber hacia dónde iba. Recordaba vagamente haber corrido. Una casa, quizá gente, un espejo. No lo sé. Ruidos. Avancé dando tumbos sin encontrar a nadie durante lo que me parecieron horas. Me sentía increíblemente solo, como el primer hombre sobre la Tierra.

Entré a un camino muy trillado donde se veían numerosas pisadas humanas, algunas de vacas, y de caballos muchas más. Por fin descubrí varios animales en un campo y uno o dos de la misma especie subidos a los árboles. Su aspecto irregular y deforme me inquietó bastante, hasta tal punto, que me tumbé detrás de unos matorrales para examinarlos mejor. La circunstancia de venir algunos hacia el sitio en que yo yacía me dio ocasión de apreciar su forma exactamente. Tenían la cabeza y el pecho cubierto de espeso pelambre, rizado en unos y liso en otros; sus barbas eran de cabra, y largos mechones de pelo les caían por los lomos. No sabía qué pensar de su naturaleza, es decir, si serían violentos o se mantendrían a distancia. Pero, sin embargo, me las arreglé, para luego de un tiempo prudencial, salir de mi escondite y seguir adelante hasta llegar a una casa muy antigua donde se veían luces que parpadeaban como si se estuviese usando una abundante cantidad de electricidad. La puerta estaba abierta y entré. Vi que en un pasillo, dos seres escasamente humanos hablaban entre ellos y decidí eludirlos lanzándome a unas escaleras que parecían llevar al sótano. Esperaba encontrarme con alguna clase de despensa donde satisfacer el hambre que me agobiaba por tanto tiempo caminando, pero en vez de eso, vi un montón de aparatos imposibles de descifrar que se conectaban a una plancha de metal donde un ser recibía descargas eléctricas entre otras cosas. Un hombre estaba de espaldas y movía palancas y apretaba botones. Me deslicé sin que me escuchara y justo cuando estaba por golpearlo, él se dio vuelta y me miró sonriente.

—Al fin volviste —dijo—. Te buscamos por todas partes.

—¿Qué? —pregunté—. ¿Me conoce?

—Siempre tan bromista. Vamos, ya estoy preparando la pareja que me pediste la semana pasada.

Solo en ese momento reparé que en la plancha había una mujer con toda clase de prótesis que poco la hacían parecer humana. Más bien una representación demoníaca que me hizo temblar.

—Vamos, no seas así —dijo el hombre, acariciándome la cabeza, particularmente los cuernos que salían de esta y en los que yo no había reparado antes—, pronto estarán juntos.

Me retiré a un rincón, donde me desplomé en una silla. Mi cuerpo se mantuvo irregular, deforme, sin saber qué esperar.

 

 

Antón Pávlovich Chéjov nació en Taganrog, Yekaterinoslav, Imperio ruso, en 1860 y falleció en Badenweiler, Baden, Imperio alemán el 15 de julio de 1904. Fue un cuentista, dramaturgo y médico. Sus obras se encuadran en las corrientes literarias del realismo y el naturalismo, fue un maestro del relato corto, y es considerado uno de los más importantes autores del género en la historia de la literatura. Como dramaturgo, Chéjov se inclinaba hacia el naturalismo, aunque no desdeñaba incluir en sus piezas ciertos simbolismos. Sus piezas teatrales más conocidas son La gaviota (1896), Tío Vania (1897), Las tres hermanas (1901) y El jardín de los cerezos (1904). En ellas Chéjov ideó una nueva técnica dramática que él llamó «de acción indirecta», fundada en la insistencia en los detalles de caracterización e interacción entre los personajes más que el argumento o la acción directa, de forma que en sus obras muchos acontecimientos dramáticos importantes tienen lugar fuera de la escena y lo que se deja sin decir muchas veces es más importante que lo que los personajes dicen y expresan realmente.

 

Jonathan Swift nació en Dublín, Irlanda, en 1667 y falleció en la misma ciudad en 1745. Fue un gran escritor satírico. Su obra más conocida, Los viajes de Gulliver es una ácida crítica de la sociedad humana y sus flaquezas, en la que cultiva un estilo tan característico que ha sido denominado «swiftiano». Miembro del Club Scriblerus, publicó anónimamente y con los seudónimos de Lemuel Gulliver, Isaac Bickerstaff, M. B. Drapier o Simon Wagstaff. Una modesta proposición, por su parte, es un ensayo satírico escrito en 1729 en el que propone resolver el problema en Irlanda de los campesinos pobres que no pueden alimentar a sus hijos sugiriendo una solución original: los padres deben vender sus hijos a los terratenientes ricos para que se los coman. Muchos contemporáneos de Swift no entendieron la intención satírica del ensayo de Swift y obtuvo críticas por su excepcional "mal gusto".

 

Franz Kafka nació en Praga, Imperio austrohúngaro, actual capital de República Checa, en 1883, y falleció en Kierling, Austria, en 1924. Aunque judío y bohemio, escribió sus obras en lengua alemana. Sus novelas y cuentos se consideran entra las más influyentes de la literatura universal y son pioneras en la fusión de elementos realistas con fantásticos, teniendo como principales ejes temáticos los conflictos paternofiliales, la ansiedad, la brutalidad física y psicológica, la culpa, la filosofía del absurdo, la burocracia y las transformaciones espirituales. Escribió las novelas El proceso, El castillo y Amerika, la novela corta La metamorfosis y un gran número de relatos breves. Además dejó una abundante correspondencia y escritos autobiográficos. Su peculiar estilo literario ha sido comúnmente asociado con al existencialismo y el expresionismo.

 

Alejandro Bentivoglio nació en 1979 en Avellaneda, provincia de Buenos Aires, Argentina. Publicó una docena de libros de microficción, varias micronovelas y una novela. Además, sus textos han aparecido en antologías de América y Europa y traducidos al griego, italiano e inglés. Algunas de sus microficciones pueden leerse en su cuenta de instagram (@bentivoglioalejandro) y en su blog: ultraficcion.blogspot.com

 


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