Carlos Enrique Saldívar
Letals ascendió en el escalafón social de las
criaturas de la noche con cierto esfuerzo. A veces tenía que dejar de lado varias
víctimas para dárselas a sus jefes. Lo hicieron sacrificar diversas cosas, a pesar
de que tenía sangre real (si «real» se refiere a que milenios atrás los
vampiros dominaban el planeta, pero casi se extinguieron por batallas contra otros
seres de las tinieblas: licántropos, duendes, momias, demonios, espectros y
entidades cósmicas). En fin, el caso es que Letals logró hacerse con el poder y
era el Presidente de la Inhumanidad Sanguinolenta. Ya podía alimentarse a gusto
con las presas que le traían a diario sus sirvientes. No importaba la edad de
los cazados, el jefe no era de aquellos que pensaban que cuanto más tierna la
sangre, mejor. No, le interesaba mucho el líquido rojo al por mayor, quedarse
saciado. Y tenía otros planes malignos.
Estaba engordando por el exceso de
sanguinolencia humana, además no le agradaba gobernar en el submundo, esas
cuestiones las delegaba, pero era su obligación interesarse en el proyecto de
«El caminante diurno». Estudió esa idea y se abocó a la misma con fuerza al
inicio. No nos equivoquemos, no sabía casi nada de ciencia. Eso lo dejaba al
equipo de trabajo, el cual lograría que los chupasangres pudieran andar a la
luz del sol, con ello podrían dominar el mundo (y a las ovejas que lo habitaban)
de manera absoluta. Letals se relamía de gusto al pensar que ello estaba muy
avanzado y ya se estaba haciendo realidad, gracias al esfuerzo de los expertos
en la materia, la mayoría jóvenes no
muertos, aunque se guardaba en relativo secreto por ahora. Letals no
comprendía mucho tampoco sobre los temas relativos a la economía, por ello le
sorprendió que debiera aprobar un desembolso bastante copioso para que la
máquina de transformación diurna pudiese funcionar en breve.
Sacó las cuentas, el gasto devendría
en menos humanos con deliciosos cuellos para él, menos placer, por parte de las
vampiresas, y pocas comodidades en su palacio, ubicado en la cordillera de los
andes peruanos. No, se tendría que optar por una solución alternativa. Primero,
anuló el pago al sujeto de prueba, pese a que muchos querían transformarse en
la máquina, «podría existir algún peligro». El mismo Letals se ofreció como
voluntario, sabía que sería un éxito porque los mejores científicos de su
especie trabajaban en el armatoste, además deseaba el privilegio de ser el
primero en salir en plena mañana a cazar a él, ella, niño, adulto, para así
alimentarse doble, de día, de noche.
Oh, ¿por qué las cosas tenían que ser tan
difíciles para los vampiros? Eran una categoría superior, los humanos eran solo
ganado. Sin embargo, se percató de que si los chupasangres invadían el mundo,
al menos en otros tiempos antiguos, no hubieran quedado más presas de las
cuales beber. Ahora, en pleno fin de año 2023, contaban con la tecnología para
hacer posible el sueño tan ansiado por los más valiosos de su raza. Y no era
necesario someter a su pueblo a una etapa de privaciones, sobre todo a él
mismo. Sabía que lo criticaban, que le decían por lo bajo que era un
irresponsable y un goloso, a esto se añadía que era un tacaño, ya que decidió
recortar el presupuesto. Despidió a una parte del personal e iba a pedir que se
usaran piezas baratas o recicladas para concretar la maquinaria maravillosa,
pero desistió pronto, ante el temor de que un descenso en el presupuesto
redujera la calidad de la misma.
Era el líder y sus directrices se
respetaban. Desoyó las recomendaciones de sus asesores y consejeros. En
realidad, nunca los escuchaba, solo les decía que laboraran en tanto él comía,
descansaba y festejaba. Estaba muy claro que derrochaba el dinero y que
anhelaba adquirir más. Cuando la máquina quedara lista, tenía planeado cobrar
sumas altísimas a quienes desearan volverse caminantes diurnos. Lo tenía todo
bajo control. Lo supo cuando el último día, en el caluroso verano de 2024, le
dijeron que las labores habían concluido, que dicho aparato supremo estaba
listo para ser utilizado y esperaba por él. Letals se alegró.
Solo tenía que entrar a una cápsula,
conectada a muchos cables, y haría falta una fuerte corriente eléctrica.
Desnudo, Letals se dijo para qué tanta cosa, no iba a viajar en el tiempo, solo
cambiaría su constitución física y química internas, habría modificaciones
importantes, indoloras, en su organismo, particularmente en su piel. Los
expertos le estaban diciendo los pormenores, había un detalle que no sopesaron
del todo, si les daba diez o quince minutos verificarían la eficacia total,
pero él no quiso oír nada, puso allí sus cien kilos de peso. La cabina se cerró
y hubo sensaciones bonitas, como si algo, una enorme mano, lo masajeara de pies
a cabeza, luego apareció un gas rosado y enseguida un líquido naranja, después
vio todo en tono psicodélico. El proceso fue rápido. Letals salió con una
sonrisa en el rostro. No tuvo miedo cuando le atinaron con leves rayos de luz
ultravioleta; no le pasaba nada. Le dijeron que los efectos completos se manifestarían
en unas horas. Letals no quiso esperar, se vistió con sus mejores galas y se
fue, un poco mareado, a ver el amanecer. No escuchó que su epidermis se abriría
más con el paso de las horas. Qué importaba, tenía ya el poder.
Tras disfrutar del sol hasta el
mediodía, pasando entre la gente, en el centro de la ciudad de Lima, su chofer
lo llevó hacia el norte, a las afueras. Había un inmenso parque, llamado «La
vida», donde iban personas de todas las edades, familias enteras para pasar un
buen rato en consabido disfrute. Por supuesto, él no se hallaba solo, sus
súbditos lo seguían, estaban atentos a cualquier cosa que ocurriese, por
ejemplo, ya que Letals iba a matar a uno o más humanos, tenían que realizar un
plan de huida; era necesario, porque atacar a la luz del día era arriesgado,
aunque contaban con el apoyo de las autoridades, la policía, jueces, políticos.
Un tinglado tenebroso que extendía sus redes por todo el mundo. Eso sí, el
experimento que se llevó a cabo solo era conocido por algunos peruanos y sus
socios de Estados Unidos e Inglaterra. La noticia de que fue un éxito ya estaba
viajando a esos lares.
Decidió actuar un poco más tarde, las
reservas de sangre que hubo ingerido, de modo previo a su salida, lo tenían
satisfecho de momento, aunque le agradaba empalagarse. Por ello recorrió la
zona, que no tenía mucha seguridad por parte del municipio, y saboreó a los
individuos (corderos) que lateaban en dos pies, que se deslizaban junto a él,
sin imaginar la clase de personaje que era. Mejor dicho: el tipo de monstruo que
representaba, el poder brutal, la amenaza, la cual ahora se hallaba liberada
para hacer lo que quisiera. Pensó en cierta película que vio sobre un cazador
de vampiros (inexistente en la realidad) y cómo los no muertos querían obtener
el secreto de su sangre para hacer un ritual y poder andar libres, a pleno sol.
Se rio porque no necesitaron de ningún personaje ficticio, en la Tierra en que
vivía no había enemigos. Sí existieron alguna vez, mas fueron derrotados. Si
quedaba alguno en el presente, convivían dóciles, ya que la época de los
bárbaros quedó muy atrás.
¿Por qué apurarse? Saboreaba cada
instante, nunca había matado en esas circunstancias, de hecho, no lo haría a la
vista de otros humanos, solamente su víctima lo miraría, mejor dicho, observaría
la muerte, el ser alimento para un ente inmortal, el cual fue agraciado con
mucha suerte y (creyó) con su notable habilidad para gestionar y solucionar
problemas. El tiempo transcurría. La gente se marchaba del sitio, había zonas
del amplio parque donde se atisbaban pocas parejas o algunos solitarios. ¿Quién
sería su platillo del día? ¿Quién?
En un amplio espacio de hermosa
vegetación, con aves e insectos rodeándolo, Letals se deleitó con las ventajas
de caminar durante el día; sin embargo, sentía hambre. Fue cuando la vio, una
bonita adolescente que caminaba hacia él, con distracciones, hablando por su
celular. Letals no poseía un físico perfecto, no lucía amenazante y aparentaba
veinticinco años. No tuvo dudas, detuvo del brazo a la muchacha y la derribó
con un giro brusco. Ella no sabía lo que ocurría, hasta que vio los enormes caninos
que crecieron en el hocico de su atacante. Quiso gritar, pero él le tapó la
boca y la atrajo hacia sí para morderla. La dejaría vacía en breve y sus
ayudantes borrarían cualquier indicio. Entonces notó que oscurecía;
transcurrieron muchas horas desde que salió al aire libre para gozar de los
placeres solares. Oh, el astro rey, el calor, tan agradable, ya se iba. Letals
ahora quedaría sumido en sombras.
Fue cuando la ausencia de la estrella
de fuego hizo que el vampiro se derritiera.
La chica no sabía aún qué sucedía, ni
gritaba, se hallaba aterrorizada al ver a su atacante transformarse en algo
abyecto, y aprovechó para escapar. No contaría aquello a nadie, no le creerían.
Tampoco ella misma aceptaba ser casi asesinada por un vampiro. Se supone que no
existen. Quizá solo era un loco que consumió algo que le cayó mal y le estaba
pasando factura. Muy cerca vio gente viniendo hacia aquí.
Los sirvientes no llegaron a tiempo
para salvar a su líder, quien se convirtió en una masa purulenta. Les
advirtieron que tal vez habría que cubrirlo en cierto punto del día, pero el
crepúsculo cayó de súbito. Además Letals estaba por consumar una de sus
actividades favoritas y detestaba que lo molestaran cuando depredaba; por tales
motivos se retrasaron.
Todo pasó porque el más tonto de los
vampiros no quiso enterarse de un posible efecto negativo del experimento, el
cual, por razones de necedad no se concluyó en cierto detalle.
Hoy, sin mayor pena, lo confirmaron.
La oscuridad era letal para un caminante diurno.
Carlos Enrique Saldívar (Lima, Perú, 1982). Es codirector de la revista virtual El Muqui. Es administrador de la revista Babelicus. Publicó los libros de cuentos Historias de ciencia ficción (2008, 2018), Horizontes de fantasía (2010), El otro engendro y algunos cuentos oscuros (2019) y El viaje positrónico (en colaboración, 2022). Compiló las selecciones: Nido de cuervos: cuentos peruanos de terror y suspenso (2011), Ciencia Ficción Peruana 2 (2016), Tenebra: muestra de cuentos peruanos de terror (2017, 2018, 2021, 2022), Muestra de literatura peruana (2018), Constelación: muestra de cuentos peruanos de ciencia ficción (2021) y Vislumbra: muestra de cuentos peruanos de fantasía (2021). Gestor de la antología Unicornios decapitados (2023, Lektu).
maravillosa vuelta de tuerca al tema vampírico. Me recuerda a Boris Vian y su "lobo hombre" sólo que el Caminante diurno maneja mucho mejor las sutilezas. Gran cuento.
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