jueves, 12 de septiembre de 2019

CUENTOS (BREVES) CONJETURALES (7)


VICTORIA ALADA
Daniel Alcoba


Victoria es una pura blasfemia tapizada en cuero. Tiene adn de vaca anglonormanda (Bovis bovis) con material genético de  murciélagos orejudos (Plecotus auritus), dos (2) alas, cuatro (4) patas, cuatro ubres de dos (2) pezones cada una. Su linaje era obra de becarios de la According Co. Desde aquella primera broma de combinar adn tan disímil habían pasado diecisiete generaciones de vacas aladas progresivas –por llamarlas así–, que a medida que insacularon material genético de las más diversas procedencias, cambiaron sus características físicas, etológicas y temperamentales.
Treinta promociones de ingenieros genéticos y otras veinte de masters genetistas siguieron bromeando con los genomas de las vacas aladas. En los últimos tiempos habían acercado a las pterovacas del prodigio al prodigio...
Cuando introduje una muestra de pelos y piel de Victoria en el GenTester me llevé un buen susto: el genoma de Victoria estaba más cerca del humano que del bovino. El GenTester clamaba auto de fe, iluminando el icono del horno.
En mis primeros años, cuando era genexorcista de 3ª clase, no habría dudado en dar muerte a Victoria, e incinerar sus restos hasta reducirlos a pura ceniza blanca. En el presente, ya exorcista de 1ª, pero en la sesentena, la idea de aniquilar a esa pobre criatura me supo a crimen, de manera que opté por callar los resultados del test y fingir que Victoria era una vaca rara.  





Sucesivas generaciones de ingenieros genéticos habían acentuado los rasgos ptero de Victoria, cuyos antepasados más remotos tenían alas tan pequeñas como las de los angelitos rococó, o bien los alerones de los coches de fórmula 1, es decir, inútiles para volar, y al mismo tiempo ridículas. Pero la madre de Victoria, que incorporaba 53 manipulaciones de pterogenes, ya tenía una considerable envergadura de sustento aéreo (3,8 metros), unos remos delanteros casi inútiles, y huesos huecos de estructura reticular. Ya podía llamarse, con rigor, con propiedad, pterobovis (malenconico blasphematoris, a causa de los genes humanos, pero yo acababa justamente de poner estos rasgos entre paréntesis, y guardarlos solo para mí).
Victoria tenía cuatro años de edad y desde hacía seis meses, entre las diez y media de la mañana y las cuatro de la tarde en días soleados, conseguía planear muchos metros lanzándose desde un pequeño barranco sobre un prado de verde hierba.
A causa de los miembros anteriores convertidos en alas, o solidarios con éstas, la marcha de Victoria era tan penosa como la de un murciélago. Y como además tenía genes humanos, le avergonzaba que la gente la viese andar de modo tan desmañado, que le miraran la enormes orejas grandes y redondeadas como antenas parabólicas, y demostraba una curiosa voracidad hacia los bichos, en particular le gustaba comer mariposas, arañas, tábanos…
        
El amor imposible entre la alada Victoria y el caballo Cencerro fue un fruto que no Dios sino el hombre hizo crecer en una rama demasiado frágil como para que pudiera sostenerlo. Cencerro también era un solitario, no por su monstruosidad que no la tenía en ningún sentido, sino por su soberbia y mala índole. Sin embargo, Victoria y él pudieron compartir un prado de muy buena gana. Tanto más porque uno pacía la alfalfa, la avena o la mera hierba, mientras la otra se comía los insectos.
Cencerro, un padrillo malacara de sangre muy caliente, cortejó a Victoria. Lo hizo de una manera por demás antinatural y cruel, puesto que además de ser un caballo, se comportaba como psicópata.
¿Qué podía salir de un romance tan desigual entre un pura sangre contaminado con material genético humano y una vaca con alas y orejas grandes como antenas parabólicas, e igual de redondas?
Fueron escarceos copulatorios sin la menor esperanza, no a causa de la histeria de Victoria —que no era nada histérica la pobrecilla—, sino por Cence, que al entrar en erección, luego de frotar la verga sobre la vagina de Victoria, e incluso lamerle un poco la grupa, levantaba la cabeza, soltaba un relincho y se lanzaba al galope tendido como si persiguiese alguna yegua del destino, abstracta, sin penetrarla nunca.
Luego Cencerro parecía olvidarse de todo, ni siquiera se masturbaba como suelen hacer los sementales sin yegua a la vista. Nada de eso, lo que solía hacer el caballo imposible de la cabaña del Buen Pastor era convertir los bríos sexuales en vanidad feroz.
Después de contemplar un momento la grupa baya de Cencerro que se alejaba al galope, Victoria escarbaba con los morros, hozaba en tierra blanda; y si por azar se le aparecían escarabajos, gusanos de tierra, hormigas, escolopendras, escorpiones... se los zampaba, mientras Cence proseguía su febril galope como si el celo de Victoria lo persiguiera también a la carrera.

Daniel Alcoba. Argentino, de La Plata, provincia de Buenos Aires. Se inició en la escritura como periodista a finales de los años 60. Por su militancia política fue detenido en Buenos Aires en 1971 y, posteriormente, en 1975. Tras más de seis años de encarcelamiento, acabó exiliándose en Francia en 1982. Dos años más tarde, se radicó en Barcelona, ciudad en la que realiza su obra poética y narrativa y donde ha adoptado la ciudadanía hispano-catalana. Sus primeras novelas incurren en la política ficción, el género policíaco y el simbolismo psicológico, aunque luego decantó hacia el fantástico con un estilo muy peculiar. Ha publicado El lector del diablo (1997), La montaña del origen (1999) y La cara hembra de Dios (2004). Es un escritor de amplio espectro, autor de numerosos trabajos de exégesis literaria acerca de autores clásicos y contemporáneos. Ha publicado también numerosos ensayos históricos, políticos y económicos. Lleva veinticinco años trabajando para la industria editorial de Barcelona como lector, traductor y redactor. 


domingo, 8 de septiembre de 2019

LOS CUENTOS DEL CAN CERBERO (UNO)

Me pidieron una sorpresa y respondo con una sorpresa que tiene mucho de homenaje. Tres cuentos escritos por ocho autores, por tríos, como respuesta creativa al proyecto LOS CUENTOS DEL CAN CERBERO. Y el homenaje es a uno de esos escritores, mi gran amigo Héctor Ranea, que nos dejó demasiado pronto.







ESTRUJANTES, GLÓBULOS Y FLUCSIOS
Daniel Alcoba, Patricio G. Bazán, Héctor Ranea

Siendo como soy un omnívoro radical, en Titán dudo entre comer glóbulos, naranjas de dos metros de diámetro sobre seis patas rodantes, o estrujantes, sus predadores, que cazan en los pantanos de las selvas sud ecuatoriales de P 3268 G Alpha Centauri con exprimidores mecánicos colosales que arrastran en carretas de treinta ruedas tiradas por flucsios dodecápodos corniveletos de pelaje overo rosado. Los flucsios, tienen
una carne excelente para guisar. Se asan los todavía jóvenes, con cuernos no más grandes de un jeme.
—¡Adelar!
—¡Adela’ar para ti, también, primo!
Estaba a punto de almorzar. Elegimos una mesa a la sombra de un phaat enano de lujuriantes inflorescencias. El denso y dulzón aroma estimulaba aún más nuestro insaciable apetito.
—¿Qué pensaste para la entrada, primo?
—Costeletas de flucsio, primo. Con salsa de marjantes.
—Buena elección, primo. No muy hechas.
El camarero octópodo nos trajo la carta (DIN A3, 400 páginas papel ilustración impresa a 4 colores), casi dos kilogramos de difíciles decisiones, así que ni la miré.
—Lo mismo que él, con pelo del flucsio y, por favor, que el jugo de corniveleto esté a punto, no hervido. —El primo me miró con curiosidad.
—No sabía que te gustaban los corniveletos.
—Si está pasado me hace montar en cólera.
Como era previsible, el octópodo entendió mal y el cuerno vino con ese sabor a leche quemada que parece gutapercha rancia y respondí por mí. Me comí al octópodo y dos metros de la cola de mi primo.





PERDIDA EN LAS PROFUNDIDADES

Claudia Isabel Lonfat, Juan Manuel Montes, Daniel Alcoba

Se internó en la red como cualquier día. Después de aburridas horas de videos y comentarios sin sentido, cayó dentro de una publicidad. La publicidad la llevó cibernéticamente hacia una puerta, pagó el onecoin que costaba el ingreso y bajó las escaleras. Jamás había descendido tanto por la red. A su alrededor emergieron pantallas ofreciéndole sexo exótico y planos de armas en 3D. Treinta pisos más abajo encontró que los pasillos estaban húmedos y poco actualizados. Avanzo igual, a pesar de cierta incertidumbre, un poco entregada a lo que pudiera ocurrir en ese desvío virtual, hacia dónde era arrastrada por la curiosidad y el morbo. Ahora el silencio era absoluto; no se escuchaba el sonido de las ventanas emergentes, ni a los locutores robotizados. Entró en una habitación oscura que olía a almizcle. En un rincón se condensó el rostro de un hombre atractivo que le sonrió con ternura y la insolencia de un amante inminente que parecía conocerla de toda la vida.
—¿Es posible hacer el amor con un holograma? —quiso saber.
—Claro —respondió el galán etéreo—, pero para que salga bien tienes que encontrar los algoritmos de tu deseo, que son únicos. Y usarlos como si fuesen íntima lencería.
Ella cerró los ojos. De inmediato se abrió una ventana emergente desde el punto G, irradiando un fuego desconocido que iba más allá de las entrañas; en segundos, se convirtió en polvo.







CONSECUENCIAS INESPERADAS
Alejandro Bentivoglio, Carlos Enrique Saldívar, Sergio Gaut vel Hartman

Al chocar contra la pared a una velocidad descomunal, el automóvil quedó reducido a una papilla humeante de metal indescifrable. Los restos fueron vidrios y ladrillos desparramados por todas partes. Sin embargo, Werner no se hizo ni un rasguño. Se levantó y miró el desastre. Esperaba no haber roto nada importante; ni siquiera conocía el pueblo en el que estaba y ya daba una mala impresión. Salió tambaleándose del vehículo para alejarse antes de que explotara y cayó de rodillas pocos metros más adelante. Una muchacha se acercó a él para auxiliarlo y un policía preguntó:
—¿Cómo es posible que no se hiciera ningún daño? —Werner reconoció que no había usado el cinturón de seguridad ni bolsas de aire.
—Es un caso de Impresión Demorada —dijo la chica—. Es raro pero sucede. —Aunque ella no lo conocía, lo rodeó con sus brazos y lloró. Werner entendió sus palabras un segundo antes de que su tórax se partiera y su cabeza reventara.
Las semillas de Werner se esparcieron por todo el pueblo, y a su debido tiempo, germinaron. La chica, que se hacía llamar Leticia Oxford desde que vivía en la Tierra, cultivó los pequeños Werner con dedicación y esmero. Como pertenecía a una especie que se caracterizaba por su longevidad, tuvo tiempo de ver crecer a sus retoños y tras un prolijo adoctrinamiento, los usó para conquistar el planeta.  

Los autores: Claudia Isabel Lonfat, Caseros, Buenos Aires, Argentina; Héctor Ranea, Salta, Argentina; Alejandro Bentivoglio, Avellaneda, Buenos Aires, Argentina; Carlos Enrique Saldívar, Lima, Perú; Patricio Guillermo Bazán, Buenos Aires, Argentina; Daniel Alcoba, La Plata, Argentina; Juan Manuel Montes, Mendoza, Argentina; Sergio Gaut vel Hartman, Buenos Aires, Argentina.

sábado, 7 de septiembre de 2019

DEL COSMOS A NUESTRA GALAXIA: BORGES EN HUNGRÍA, 1972-2017


Les presentamos un artículo de la especialista húngara Dóra Bakucz, profunda conocedora de la literatura hispanoamericana.
  
Dóra Bakucz


Aunque Jorge Luis Borges es considerado un autor estrella de la literatura hispanoamericana en Hungría, como en muchos otros países, y ya se han traducido casi todos sus textos, a principios de 2017 se han publicado dos cuentos suyos, antes inéditos en húngaro: La biblioteca total, y El espejo de tinta, en dos publicaciones de una revista de ciencia ficción. El título del artículo: “Del cosmos a nuestra galaxia”, con esas dos expresiones, que en el campo de la literatura aluden al contexto de la ciencia ficción, mostramos qué es lo que más fama le ha dado a Borges en Hungría en los años 70, y curiosamente es el mundo del sci-fi a donde ha vuelto hace poco.

Los primeros cuentos de Jorge Luis Borges en forma de libro y en traducción al húngaro se publicaron hace 45 años, en 1972, en la serie de ciencia ficción titulada Kozmosz fantasztikus könyvek (“Cosmos – libros fantásticos”), mientras que estos dos últimos –hasta el momento– en 2017, uno en la revista titulada Galaktika (“galaxia”) y el otro en una antología temática de la misma revista,  en un número especial dedicado a la ciencia ficción argentina (la serie se titula Metagalaktika, “metagaláctica”). De hecho, se trata de ediciones en diferentes momentos de la misma editorial, considerada como la más relacionada con la literatura de science fiction en Hungría. Después del cambio político en 1989 la editorial desapareció paulatinamente, pero desde los años 2000 ha vuelto a publicar tanto la revista como la antología temática, y tiene el objetivo de mantener vivo el género, ahora ya en un sentido más amplio, internacional.



La situación política de Hungría de los años 60 y 70 es bien conocida, es la época de la dictadura comunista, ya pos totalitaria, donde funciona sobre todo la autocensura ya que oficialmente no había censura, como explica M. Haraszti en su libro sobre “la estética de la censura” (1991). En la práctica la política cultural de este período funcionaba según el “sistema de los tres T” que consistía en clasificar a los artistas según las tres categorías de tiltott (“prohibido”), tűrt (“tolerado”) y támogatott (“apoyado”): Borges, probablemente, pertenecía al segundo grupo. La revista de literatura universal más importante de la época, destinada a presentar los escritores, tendencias, y eventos literarios destacados de otras partes del mundo es Nagyvilág (“El gran mundo”), editada desde 1956 por la Asociación de Escritores Húngaros: es donde se publican los primeros textos de Borges, a partir del 63, y más tarde también algunas entrevistas, cortadas y modificadas por los redactores, o “delfinadas” como dice László Szörényi (2000), crítico, profesor y editor de otra revista literaria, y autor del libro titulado Delfinárium (“delfinario”)[1]. La expresión viene del latín ad usum Delphini (“para el uso del sucesor”) que utiliza Luis XIV cuando adapta un texto para la lectura de su hijo, es decir, el significado de “simplificado”, “modificado” (originalmente por razones morales) pasa al vocabulario de los literatos, editores, traductores, escritores de la época para aludir de manera eufemística a este fenómeno típico que realmente tenía el propósito de evitar la censura, es decir, la prohibición de la publicación de ciertos textos o autores. La publicación del libro de cuentos de Borges en este disfraz de sci-fi podría ser considerado también como una especie de “delfinación” ya que la ciencia ficción era una categoría literaria que tenía una posición especial: por un lado, era considerado como algo poco peligroso porque supuestamente no hablaba de la realidad o el presente, sino de otros planetas, seres, galaxias. En palabras de unos de los destacados personajes del mundo de la literatura de ciencia ficción (y todo lo que se podía vender como tal), Péter Kuczka (1998), fundador y durante mucho tiempo editor jefe de la famosa revista Galaktika, “(…) el sci-fi es una obra en la que hay naves espaciales, robots, marcianos, y monstruos con los ojos muy grandes. Para los que no leen ciencia ficción, esa circunscripción es suficiente.”[2] Y probablemente es lo que pasó con los que controlaban las publicaciones. Por otra parte, la ciencia ficción, y sobre todo la vertiente en la que la técnica del futuro o la futurología tenían un papel importante, era un tipo de literatura muy popular y subvencionada en la Unión Soviética. Es por eso que también la revista Galaktika y la serie Kozmosz tenían un apoyo financiero del estado que permitía publicar y vender muchos ejemplares (la revista Galaktika en su época de esplendor tenía una tirada de más de 90.000 ejemplares y numerosas veces fue premiada por distintas asociaciones internacionales del género por ser la mejor revista de ciencia ficción).

El ya mencionado Kuczka, originalmente un poeta proletario que en los comienzos de su carrera quería ser el poeta del partido del poder y propagar con sus textos las ideas del comunismo, con el tiempo se ha decepcionado tanto que en los años 50 incluso llegó a organizar manifestaciones, participó en la revolución antisoviética, fallida, del 56 y fue silenciado, es decir, no podía publicar nada hasta 1964: este fue el período cuando se iba acercando al género de la ciencia ficción. A partir del 69 se convirtió en director de la colección Kozmosz en la editorial Móra, una de las más importantes de la época, y entre el 72 y el 95, como ya hemos mencionado, fue también redactor jefe de la revista Galaktika. Gracias al apoyo estatal, a los contactos, a los gustos y sensibilidad literarios de Péter Kuczka, ambas ediciones fueron muy exitosas hasta el cambio del sistema político en el 89.

La revista Galaktika, después de pasar 9 años en un profundo sueño, fue despertada en 2004 con una temática más amplia, incluyendo actualidades científicas, reseñas, artículos sobre las novedades de las investigaciones sobre el futuro, etc.[3] La historia de las publicaciones editadas por Kuczka son interesantes no solo porque nos permiten ver la trayectoria de una revista (y una colección vinculada a ella) que todavía hoy día vive de la fama que tenía en los años 70, y de los autores que en aquel entonces publicaron en ella, sino también porque es el contexto literario-cultural que hace posible que Borges llegue a la fama entre los lectores húngaros. La pregunta es, si ese contexto era realmente tan artificial y si en ciertos círculos de verdad sigue vigente hasta hoy, o el nombre, la “marca Borges” sirve simplemente como márquetin para vender algo con lo que tiene poco que ver. Para llegar a una posible respuesta, a continuación describiremos cómo era dicho contexto en aquel entonces, y cómo es hoy.

Antes que nada, hay que decir que en los años 70 a pesar de la denominación popular “revista” de la publicación, se trata más bien de una antología, sin ningún tipo de información, comentario, o cualquier otra alusión al autor o al texto. Lo único que nos puede orientar en cuanto a la naturaleza de la revista y a la construcción consciente de los números, es la descripción de las ilustraciones que siempre se encuentra en las últimas páginas, y a veces hay alguna referencia también en el texto de la contracubierta. Al principio, en los primeros números, en la contracubierta se ha podido leer un texto sobre lo polifacético que es el género de la ciencia ficción, pero por ejemplo en el año 1976 (en caso del número 17) cuando publicaron Tlön, Uqbar… de Borges, encontramos en la contracubierta una serie de citas de autores de science fiction de las cuales la primera son palabras del ingeniero-escritor Jacques Bergier: “la literatura de ciencia ficción es una fuerza mayor que la energía atómica”.[4]

Para tener una imagen sobre cómo entró Borges en el escenario de la ciencia ficción húngara, veamos ahora las circunstancias del primer libro de cuentos suyos que ha editado el mismo Kuczka, siguiendo las instancias de Lajos Boglár, etnólogo-antropólogo húngaro que durante toda su vida ha tenido mucho contacto con América Latina. Boglár es famoso sobre todo por sus expediciones en distintos países del continente americano, así como por sus colecciones etnográficas con las que volvió a Hungría de sus viajes y encuentros con grupos de indígenas, pero a pesar de su profesión fue también traductor de algunos cuentos de Borges en esta primera colección. El libro de cuentos publicado en 1972 se titula Körkörös romok (“Ruinas circulares”), son cuentos de dos libros de Borges, de Ficciones (1956) y de El Aleph (1957) y la selección estuvo a cargo del etnólogo-antropólogo mencionado. Como ya lo hemos dicho, el libro forma parte de la colección Kozmosz Fantasztikus Könyvek (“Libros Fantásticos Kozmosz”) y aquí cabe mencionar que “ciencia ficción” en húngaro es tudományos-fantasztikus cuya traducción literal sería “fantástico-científico”, es decir, ya en su denominación está muy cerca de la “literatura fantástica” (aunque por ejemplo Borges muchas veces aparece en la crítica húngara como escritor principal del “realismo mágico”).

La colección Kozmosz tiene el propósito de publicar selecciones de la literatura de ciencia ficción húngara y extranjera. Entre 1969 y 87 publica 132 títulos, entre ellos Isaac Asimov, Abe Kóbó, Fred Hoyle, Italo Calvino, o más tarde también Stanislaw Lem, Arthur C. Clarke, Mary Shelley, y, además, en esta colección se publicó el guión de Star Wars de George Lucas o Brave New World de Aldous Huxley. Podemos ver que Borges figuraba entre los maestros de distintos tipos de la literatura fantástica o científica-fantástica, y hay que añadir que la colección recogió incluso textos de escritores húngaros tan consagrados como Frigyes Karinthy o Mór Jókai (nombres muy conocidos para los lectores húngaros). También en la introducción de esta primera antología de Borges, escrita por András Székely (un consagrado historiador del arte) encontramos varias comparaciones y una perspectiva bastante local cuando leemos: “La crítica extranjera considera a Borges un escritor especial y único. La crítica extranjera no conoce los cuentos especiales y únicos de Karinthy (…)” (1972) O, más tarde: “No es en vano mencionar el nombre de Karinthy, algunos cuentos suyos –los que podemos considerar literatura sci-fi– son bien comparables con las obras de Borges”. No se explica ni el porqué, ni cuáles son dichos cuentos o dichas obras, pero, al parecer, era necesaria la referencia nacional.

En la misma introducción titulada “Los cuentos de Borges” se menciona también otro autor húngaro: Antal Szerb, quizás más conocido internacionalmente, y sobre todo para los lectores españoles, gracias a las traducciones de sus dos novelas más logradas, El viajero y la luna y La leyenda de Pendragón. La relación que establece el autor de la introducción entre Antal Szerb y Borges es aún más misteriosa y más bien extraliteraria, si lo citamos es para mostrar qué métodos se utilizaba para colocar a un autor extranjero en el contexto de la literatura en Hungría: “Sin embargo, hay otro escritor húngaro que es todavía más cercano a Borges. Nació solo dos años más tarde que él y quizá pudiera estar vivo hasta hoy si hubiera podido huir a América Latina a tiempo. Así, sin embargo, murió apaleado por los guardias del campamento de trabajo (por su origen judío)” (Székely 1972).

Resulta que también hacía falta explicar el porqué de publicar los cuentos de Borges en una colección de ciencia ficción. La explicación que recibimos en relación a esta cuestión es bastante convincente:

“(…) [Borges] no se conforma con la ciencia en su sentido cotidiano, empieza a escribir cuentos que van más allá de las fronteras de la ficción, de las historias de la imaginación, se acercan a lo fantástico y en un momento dado, en una alusión, en el diálogo de los personajes, o en una nota a pie de página siempre aparece alguna curiosidad de la historia de la civilización humana. Al fin y al cabo, es lo que hace de Borges un autor sci-fi, o sea, de ciencia ficción, lo único insólito es que la ciencia en este caso no se refiera a alguna rama de las ciencias naturales o de las ciencias técnicas, sino a las ciencias sociales: lo que recibe el lector es alguna que otra miga sabrosa de la Historia o de la Historia de la Literatura” (Székely 1972)

Según los criterios de hoy encasillar los textos de Borges en alguna categoría no es fácil, en la crítica húngara de después de la caída del Telón de Acero cuando se hace alusión a la cuestión, aparece el juego de palabras tudománytalan fantasztikus lo que quiere decir más o menos “ciencia ficción sin ciencia” o “[literatura] fantástica no científica” y que funciona en húngaro justamente por lo que ya hemos mencionado, es decir que sci-fi es “científico-fantástico”. De ahí que el resultado de este juego de palabras es literatura “fantástica no científica” que quizá se acerque más a lo que hoy día la crítica piensa de Borges.



Sin entrar en cuestiones teóricas de la ciencia ficción o de la literatura fantástica, el ensayo que se ha publicado en la colección Metagalaktika 12 (esta selección de textos de la ciencia ficción argentina contemporánea que empieza con uno de los textos de Borges recientemente publicados en Hungría), nos muestra que también los autores de la ciencia ficción en Argentina consideran a Borges como uno de sus maestros.

Sergio Gaut vel Hartman caracterizando la sci-fi argentina dice que podemos hablar más bien de “ficción especulativa argentina” o “narrativa conjetural” (y toma la expresión justamente de Borges quien la utiliza en su poema titulado “Poema conjetural”). (2017) El ensayo, cuando enumera los predecesores más importantes, menciona a Leopoldo Lugones, Horacio Quiroga, Macedonio Fernández, Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, y Adolfo Bioy Casares. Respecto a Borges, como uno de los clásicos más importantes de la literatura fantástica argentina (de su vertiente especulativa) del siglo XX, menciona los textos que considera típicamente SF:  Utopía de un hombre que está cansado, Funes el memorioso, El milagro secreto, El inmortal, El Aleph. También subraya que se trata de un caso especial, de “narrativa conjetural”, es decir, de textos emparentados con la “ficción especulativa”, o una “inflexión conceptual”. (Gaut vel Hartman 2017) Si tomamos en consideración lo que dice sobre las características de la ciencia ficción argentina, veremos que el encasillamiento artificial de la época comunista que se ha hecho en Hungría, no es tan absurdo como parece. Las características más importantes según Sergio Gaut vel Hartman son las siguientes: fuerte tradición de literatura fantástica, “mestización” respecto a la SF anglosajona, color local, construcción de universos con reglas y personajes a la medida de cada ficción, preocupación por desentrañar las claves de la decadencia, la inoperancia y la anomia política del país (en clave metafórica, figurada o sin claves), darle un espacio a lo lúdico.

Gaut vel Hartman cita también a otros críticos que se han dedicado al tema, por ejemplo, Pablo Capanna que hace una conexión explícita entre las dos formas literarias en cuestión:

“En general, los autores cultivan una literatura fantástica no tradicional, que linda con la ciencia ficción, la atraviesa y sale libremente de su ámbito, con escasa presencia del elemento científico-tecnológico (...). Quizás el rasgo más común sea que nuestros autores no hacen ciencia ficción a partir de la ciencia, como ocurre en los países industriales donde reina la ciencia ficción y en cuyo mundo espiritual importan las convenciones y los mitos del género.” (2017)

Al final del ensayo Hartman saca sus conclusiones y dice: “¿Qué le queda a una ciencia ficción sin ciencia? La respuesta es simple: convertirse en ficción especulativa, en narrativa conjetural. La producción de mundos alternativos nace de la confluencia entre lo que sabemos y lo que somos capaces de imaginar como un desarrollo que recibe un impacto inesperado.”

Vemos pues, que lo que parece un pretexto en la introducción de Körkörös romok (“Ruinas circulares”) de la colección Kozmosz en 1972, rima muy bien con la descripción del ensayista argentino de la selección de Metagalaktika, de 2017.



Aquí cabe mencionar que Körkörös romok (“Ruinas circulares”) tiene una versión ampliada y un poco neutralizada del contexto galáctico de la ciencia ficción, pues se vuelve a publicar en la Editorial Kriterion de Rumanía, una editorial que tenía la sede en Bucarest y una filial en Cluj fundada en 1970, para asegurar la edición de libros en las lenguas minoritarias del país y que fue un proyecto muy importante para el círculo intelectual húngaro en Rumanía. Esta edición, que recibe el título de A titokban végbement csoda (“El milagro secreto”), en la crítica se menciona generalmente como una reedición del libro Ruinas circulares, publicado en Kozmosz, pero hay algunos detalles muy significantes desde nuestro punto de vista (aparte de que en este libro haya seis textos más) y es que saca los cuentos del contexto de la ciencia ficción: como categoría genérica pone simplemente “cuentos”, desaparece la ilustración futurística, y recibe una introducción nueva (también criticable tanto desde el punto de vista filológico como en su posicionamiento cultural), escrita por un poeta, escritor, crítico, miembro de la minoría húngara de Timisoara, Tamás Deák, que coloca a Borges en un contexto literario universal y atemporal, lo relaciona con autores barrocos, con la Antigüedad, Egipto, China, pero también con Mallarmé, Ramon Lull y acaba el ensayo con la idea de que realmente ya el Edipo de Sófocles no era otra cosa que una investigación borgiana donde el agente o el detective descubre el pecador y asesino en él mismo. (1978)

Para hoy tenemos en húngaro la traducción de prácticamente todas las obras de Borges, sin ningún tipo de etiqueta categórica en los libros, pero con la antigua costumbre de la revista Galaktika de no ofrecer ninguna información, introducción, comentario, etc. En cambio, los editores de la nueva Galaktika que venden la revista con el nombre de Borges, ahora ya sí usan etiquetas –de márquetin, sobre todo– e intentan atraer al lector para leer a Borges (y a los otros autores de la revista) asegurando, por ejemplo, que se trata de un escritor que tiene el premio de World Fantasy (que realmente existe). La revista ofrece también un pequeño resumen orientativo en cuanto a la interpretación de los textos, que en caso de Borges y el cuento El espejo de tinta es el siguiente: “Si perseguimos sueños, no nos damos cuenta, pero nos puede alcanzar nuestro destino.” (Borges 2017b) Y mientras tanto, en las páginas de las revistas científicas los expertos en otros materiales discuten sobre “Borges y el modelo Aleph”, o “La refutación del tiempo”, o “La deconstrucción y la narratología logocéntrica y la crítica post estructuralista de la narratología en Borges”, o sobre “El otro como límite y como manifestación de lo fantástico”, o “La cuestionabilidad del sujeto en la exposición de un cuento de Borges”, entre otros, como se puede comprobar haciendo una búsqueda en Google.

Borges, pues, es uno de los pocos escritores latinoamericanos que quizás no en todo el cosmos, ni siquiera en la galaxia, pero al menos en Hungría (y también en otros países) interesa hasta hoy a un público muy amplio, desde los amantes de la ciencia ficción, hasta los filólogos más comprometidos.



Bibliografía


Borges, Jorge Luis. “A tintatükör”. Galaktika, 323, 2017: 24-27.
Borges, Jorge Luis. “A totális könyvtár”. Metagalaktika, 12, 2017: 8-10.
Borges, Jorge Luis. “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”. Galaktika, 17, 1976: 71-80.
Borges, Jorge Luis. A titokban végbement csoda. Bukarest: Kriterion, 1978.
Borges, Jorge Luis. Körkörös romok. Budapest: Kozmosz fantasztikus könyvek, 1972.
Capanna, Pablo. “La ciencia ficción y los argentinos”. Minotauro, 10, abril de 1985: 43-56.
Deák, Tamás. “Utószó”. En Borges, Jorge Luis. A titokban végbement csoda. Bukarest: Kriterion, 1978: 201-210.
Haraszti, Miklós. A cenzúra esztétikája. Budapest: Magvető, 1991.
Herrero, Juan Luis. “A színfaló”. Galaktika, 10, 1974: 103-108.
Kuczka, Péter. Határvidék. A science fictiontől a barkochbáig. Budapest: Hét Krajcár, 1998.
Sergio Gaut vel Hartman. “Feltételes Argentína”. Metagalaktika, 12, 2017: 40-54.
Székely, András. “Jorge Luis Borges novellái”. En Borges, Jorge Luis. Körkörös romok. Budapest: Kozmosz fantasztikus könyvek, 1972: 225-234.
Szörényi, László. Delfinárium. Miskolc: Felsőmagyarország kiadó, 2000.




[1] Hay muchas informaciones que no están en los libros, ni en las críticas, solo en la memoria de las personas que lo hayan vivido desde cerca, por ejemplo, en este caso tenemos que dar las gracias a Csaba Csuday, otro traductor de Borges –sus traducciones se publicaron en la revista Nagyvilág (donde fue también editor) y en ediciones posteriores–, que fue jefe del departamento de español de la Universidad Católica Pázmány Péter de Hungría y quien nos ha ayudado mucho compartiendo recuerdos e informaciones sobre la época.

[2] Las traducciones de las citas de publicaciones y textos del húngaro al español son mías.

[3] En el 2016 hubo un gran escándalo alrededor de la revista ya que un periodista descubrió que entre 2004 y 2016 la mayoría de los textos fueron publicados sin permiso y sin pagar derechos de autor. Después del escándalo intentaron arreglarlo todo y probablemente para los números en los que han publicado los textos de Borges ya no ha habido ningún tipo de irregularidad .

[4] También hay que reconocer que la lectura de este tipo de citas y textos desde nuestro presente pueden conducir a unas interpretaciones que suponen más intencionalidad y doble lectura que a lo mejor tenía el autor. Lo mismo puede pasar con los textos publicados, mencionemos el caso de dos escritores cubanos, Carlos Cabada y Juan Luis Herrero (dos cubanos de la antología Cuentos de ciencia ficción, publicada en 1963 en la Editorial Revolución de Texas). Sus cuentos se han publicado en el número 10 de la revista, en 1974. Uno de los cuentos de Herrero se titula A színfaló (“El tragacolores”), (no encontramos alusiones ni al título original ni  a la fuente – y es la historia de un color que aparece de un momento al otro, se vuelve muy popular, la gente se vuelve loca por tener cosas de ese color, pero poco a poco el nuevo color empieza a dominar, comer, tragar todos los otros colores y es cuando descubren que lo mejor es volver a los colores de siempre y hacer desaparecer el nuevo color agresivo. Hay un científico, hay microbios, todo lo que hace falta para crear un ambiente de ciencia ficción, y la lectura política también se presta. Con todo, la complejidad de estos textos y los de Jorge Luis Borges, por ejemplo, Tlön, Uqbar… que se han publicado en húngaro por primera vez en las páginas de la misma revista, no se pueden comparar.


Dóra Bakucz es Licenciada en Filología Hispánica y Filología Húngara por la Universidad ELTE de Budapest y doctora en Filología Hispánica por la misma universidad. Imparte clases de Literatura Española, Literatura Hispanoamericana y de Traducción en la Universidad Católica Pázmány Péter de Hungría. Sus publicaciones incluyen artículos sobre narrativa y teatro -principalmente contemporáneos- de literatura española, hispanoamericana y catalana, así como de literatura comparada, y traducciones de literatura catalana y española. Trabaja también como traductora.


viernes, 6 de septiembre de 2019

CUENTOS (BREVES) CONJETURALES (6)


CRUELDAD
Cat Rambo

Después de que las bolas se elevaron hacia el cielo pero no regresaron, los niños salieron al callejón para ver dónde habían aterrizado. El propósito fue proyectarlas más allá de la atmósfera usando el lanzamisiles casero de Timmy. Lo habían cargado con pelotas de béisbol, balones de baloncesto, pelotas de fútbol, pelotas de tenis.... todas ellas garroneadas de la hierba alta alrededor de las canchas. No quedaba ni una pelota en todo el vecindario.



Pero no pudieron encontrar las bolas por ninguna parte. El grupo fijó la vista en el azul impermeable del cielo y esperó, pero no ocurrió nada. Susie propuso hacer bolas de calcetines enrollados, pero los otros dijeron que era una idea poco convincente. Ralph ofreció entrar en la escuela y robar globos, pero el vandalismo en nombre de la ciencia solo era aceptable hasta cierto punto.
Fue Betty, el miembro más malvado de la pandilla, quien señaló sin palabras la guillotina casera de Timmy, el proyecto del mes anterior que ahora juntaba telarañas en un rincón del garaje. Después de unos segundos, los demás asintieron.
Fue fácil convencer al cartero para que entrara al garaje. Colocaron el cuerpo junto a los tachos de basura y lanzaron la cabeza, que navegó hacia arriba y hacia afuera, con los ojos aún arrugados en una amable sonrisa. Los maestros de la escuela fueron más difíciles de atraer. Los niños rompieron los diccionarios y los recogieron palabra por palabra. El profesor de gimnasia fue el que más luchó. Todos se cansaron del juego después de eso.
Al anochecer, Betty vio la primera pelota de tenis aterrizar en el patio, seguida del pastoso rebote de dos pelotas de baloncesto. Se apoyó en el alféizar de la ventana y esperó.

Título original: Wickedness. Traducción del ingles: Sergio Gaut vel Hartman

La próxima novela de Cat Rambo es Exiles of Tabat, que será publicada en mayo de 2020, seguida de la space opera You sexy thing en noviembre del mismo año. Cat es autora, además, de otras dos novelas, más de doscientos cuentos y editora de antologías y libros de cocina. Fue nominada a los premios Nebula, World Fantasy y Compton Crook. También dirige la escuela de escritura en línea, The Rambo Academy for Wayward Writers (https:// academy.catrambo.com).


jueves, 5 de septiembre de 2019

CUENTOS (BREVES) CONJETURALES (5)


EL ÚLTIMO SEGUNDO
Antonio J. Cebrián

¿Por qué nadie habrá marcado este día en el calendario? ¿Cómo es posible que todas esas fiestas, patronímicos y hasta fases de la Luna aparezcan, ordenadamente reseñados en colores y en cambio se hayan olvidado de este día? Debería venir resaltado con ahínco en todos los colores y con luz intermitente, al menos, en mi calendario particular; porque éste es el segundo día más importante de mi vida.
Entre todos los autobuses de línea de todas las ciudades y entre todos los países del ancho y agitado Mundo, las confluencias planetarias y los designios del destino habían mandado a aquel hombre precisamente a éste, mi autobús.
Aquel individuo sombrío —cuyo nombre no me atrevería a intentar pronunciar y cuya causa, no es que no me importe, ni había oído hablar de ella—, permanecía de pie en el pasillo central sosteniendo una pistola vieja, desgastada por el uso en innumerables conflictos y fechorías, ordenándonos a voz en grito que permaneciéramos en silencio con las manos en la cabeza.
El tiempo pasaba y pasaba, lento y agónico sin que nadie nos informara de lo que estaba ocurriendo. Probablemente a estas alturas, los políticos ya habrían difundido los habituales discursos contundentes con los que se resuelve la incómoda situación que este tipo de incidentes genera.
Me hubiera gustado disponer de un aparato de televisión para poder informarme sobre lo que me estaba pasando.
Y como no podía ser de otra forma, de entre las doce personas que nos encontrábamos allí —todas y cada una de ellas con muchas menos razones para vivir que yo, al menos en mi humilde opinión—, el individuo de la pistola me eligió.
No pude evitar el desesperado intento de cambiar lo que el vulgar azar había pretendido disfrazar de inamovible designio cósmico.
—Llévesela a ella —dije—. Es mucho más vieja y probablemente le causará más problemas que yo si la deja aquí.
El intento fue infructuoso.
Mientras me empujaba por el pasillo central hacia la puerta, me consolé pensando que como nadie sabía si el elegido sería muerto o liberado, mi intento podía entenderse repleto de altruismo y bondad; no sólo como la mayor de las vilezas.
Pero el trayecto era corto y pronto me vi de pié sobre el escalón y con la pistola en la nuca. Al parecer la negociación no había satisfecho al secuestrador. Sentí una extraña curiosidad por conocer su causa. Desde luego, el método publicitario que había empleado resultaba demoledor. Podría haberle propuesto un trato: “Tú me matas a mí para promocionar tu causa y yo te mato a ti para promocionar la mía. ¿O acaso pensaste que yo no tenía causa? ¿Que todos y cada uno de los hombres no portan consigo la más digna, encomiable e inmensa causa posible?
Pero no parece que el trato pudiera dar fruto. Después de todo, mi horóscopo de hoy rezaba: “mal día para los negocios. Salud excelente.” Hay contradicciones difíciles de prever.
Llegados a este punto ahorraré las súplicas y los detalles más denigrantes, aunque sí quiero relatar con todo detalle lo que sucedió después…


Foto de dominio público

Cuando tuve la certeza de que el fin era inevitable, todo a mi alrededor empezó a moverse cada vez más lentamente… y en el último instante, fui consciente de algo que siempre supe pero nunca se me había manifestado: comprendí que el Tiempo es ajeno a la Materia, que en realidad, es sólo un producto resultante del silencioso deslizar de la conciencia sobre el entramado íntimo del Universo. Ella alarga el Tiempo y lo acorta a su merced cuando la situación se lo sugiere. Por eso, cuando la detonación proyectó la bala por el cañón del arma, el Tiempo aminoró su marcha hasta casi detenerse. Y mientras el proyectil flotaba a lo largo de los escasos centímetros que lo separaban de mi cabeza, supe que el final estaba cada vez más lejos, que mi conciencia —incapaz de aceptar su propia extinción— ralentizaría el tiempo indefinidamente. Si era necesario, lo detendría por completo antes de que el daño fuera irreversible.
Solo me restan algunas preguntas: ¿Es esta situación definitiva e inalterable? ¿Permaneceré aquí para siempre? ¿Está el Mundo y la historia repleta de conciencias atrapadas en el último instante de su vida?
Meditaré sobre ello indefinidamente durante este último segundo del último día de mi vida.

Antonio J. Cebrián nació en Albacete, España, en 1964 y desde pequeño mostró una gran inquietud por toda clase de actividades artísticas. Comenzó con el dibujo y el cómic y, más tarde con la música. Cursó estudios clásicos de piano, violín y viola que compaginó con una aproximación autodidacta a la música moderna y la participación en grupos de diversos estilos. Completó la carrera de Ingeniero Informático y su pasión por la divulgación científica lo llevó a adentrarse en la narrativa conjetural. Ha publicado relatos en las antologías Visiones (2004), Fabricantes de Sueños (2006 y 2008), Los Universos Vislumbrados 2 (2007), Grageas 1 (2007), Cefeidas (2009), Grageas 2 (2010), Grageas 3 (2014).

miércoles, 4 de septiembre de 2019

CUENTOS (BREVES) CONJETURALES (4)

MERA SUGESTIÓN
Fernando Sorrentino

Mis amigos dicen que yo soy muy sugestionable. Creo que tienen razón. Como argumento, aducen un pequeño episodio que me ocurrió el jueves pasado.
Esa mañana yo estaba leyendo una novela de terror, y, aunque era pleno día, me sugestioné. La sugestión me infundió la idea de que en la cocina había un feroz asesino; y este feroz asesino, esgrimiendo un enorme puñal, aguardaba que yo entrase en la cocina para abalanzarse sobre mí y clavarme el cuchillo en la espalda. De modo que, pese a que yo estaba sentado frente a la puerta de la cocina y a que nadie podría haber entrado en ella sin que yo lo hubiera visto y a que, excepto aquella puerta, la cocina carecía de otro acceso; pese a todos estos hechos, yo, sin embargo, estaba enteramente convencido de que el asesino acechaba tras la puerta cerrada.


Foto de dominio público

De manera que yo me hallaba sugestionado y no me atrevía a entrar en la cocina. Esto me preocupaba, pues se acercaba la hora del almuerzo y sería imprescindible que yo entrase en ella.
 Entonces sonó el timbre.
 —¡Entre! —grité sin levantarme—. Está sin llave.
 Entró el portero del edificio, con dos o tres cartas.
—Se me durmió la pierna —dije—. ¿No podría ir a la cocina y traerme un vaso de agua?
El portero dijo “Cómo no”, abrió la puerta de la cocina y entró. Oí un grito de dolor y el ruido de un cuerpo que, al caer, arrastraba tras sí platos o botellas. Entonces salté de mi silla y corrí a la cocina. El portero, con medio cuerpo sobre la mesa y un enorme puñal clavado en la espalda, yacía muerto. Ahora, ya tranquilizado, pude comprobar que, desde luego, en la cocina no había ningún asesino.
Se trataba, como es lógico, de un caso de mera sugestión.

Fernando Sorrentino nació en Buenos Aires, Argentina, en 1942. Es escritor y profesor de literatura. Sus relatos se caracterizan por una interesante mezcla de imaginación y humor que a veces raya en lo grotesco. Sus cuentos han sido traducidos a una enorme cantidad de idiomas y se publicaron en revistas literarias y antologías de todo el planeta.

martes, 3 de septiembre de 2019

CUENTOS (BREVES) CONJETURALES (3)


VIAJE MUTANTE
Gerardo Horacio Porcayo

Abrieron las compuertas, solo tras vaciar la carga del crucero interestelar. Hubo quince minutos para la salida de subciudadanos. Luego, nuestro turno. Yo al frente, vi cómo se desplegaban filas de escritorios robot.
—Sus papeles —exigió con esa lámpara-tenaza-sensor y luminaria parlante. Le mostré mi pasaporte. Lo escaneó. Mi código de mutante por accidente laboral era genuino, impecable—. ¿Faltó al último control de proceso metamórfico?
—No, pero ocurrió en la nave, no en un hospital.
—¿Sabe cuántos mutantes comparten estatus?
—Creo que todos.
—Bien —el roboescritorio plegó su brazo multipropósito. Sacó una antena, todos lo imitaron. Dialogaron con sus sonidos de máquina de escribir, luego iniciaron la alarma, cerraron filas en una sola barrera. En respuesta llegaron los autovagones de protección epidemiológica: transparentes, plásticos y multiniveles. Nos distribuyeron en compartimientos según el índice mutante. Baños, regaderas, dormitorios, también eran transparentes.
Empezaron a elevarnos por sobre los módulos de control del cosmódromo.
Pegado a las paredes fui observando la panorámica íntegra. Al norte la colonia de amplios y lujosos domos, al sur, los complejos industriales terraformadores.


"El juicio final". Hieronymus Bosch

—Hubiera sido un buen mundo —me dijo un anciano, plagado de diminutos cuernos inservibles—. Era mi última oportunidad. No resistiré el siguiente viaje. Te aseguro que nos reembarcarán por alguna inconsistencia técnica. No querrán arriesgar su inmaculada colonia a un brote mutante.
—¿En serio?
—Sí. Vele el lado amable, viajarás hacia nuevas estrellas, sistemas solares.
El plural me preguntaba. Busqué en derredor y descubrí el rostro que tratara de evitar. Más me valía empezar a vivir estos viajes. A disfrutarlos. Quizá, con descendencia, alguna nueva colonia nos aceptara.
—Hola —le dije a ella.
—Hola, coincido contigo; más vale empezar a aprovechar nuestro tiempo.
Sonreí, telépata, pensé. No hubo más protocolos. No eran necesarios. El futuro diría el resto. Nosotros también, al menos, un poco.

Gerardo Horacio Porcayo Villalobos (Cuernavaca, Morelos, México, 1966), es uno de los escritores más destacados entre los que cultivan la narrativa conjetural en México. Ha publicado, entre otros trabajos, La primera calle de la soledad, Ciudad Espejo, Ciudad Niebla, Sombras sin tiempo, Sueños sin ventanas, El cuerpo del delirio y Plasma exprés.


lunes, 2 de septiembre de 2019

CUENTOS (BREVES) CONJETURALES (2)



REEDUCACIÓN
Néstor Darío Figueiras

Empezó cuando salieron a la venta los nanites para músicos. Los primeros fueron para los guitarristas. No hubo que practicar más la digitación hasta la tendinitis. Te inyectabas una ampolla de esos microbichitos y ya tocabas mejor que Vai, Gilbert, Morse y Satriani juntos. Así surgieron los Post-músicos. Y luego, cuando la magia microscópica de los nanos se popularizó, los artistas se transformaron en Post-artistas. Hubo Arte y Post-arte. Decían que el Arte se revalorizaría. Pero no fue así. El Post-arte se hizo cada vez más difícil de apreciar, debido a la increíble velocidad de los músicos —volvió la garrapatea, la figura que vale la mitad de una semifusa—; a los prodigiosos saltos de los bailarines, de decenas de metros de altura; al complicado humor metafísico de los comediantes; al hiperrealismo de las pinturas —que al principio no se distinguían de la fotografías, y luego se confundían con la misma realidad, al punto de que muchos procuraban internarse en habitaciones hechas al óleo y abrir puertas rasgando lienzos electrónicos—. Entonces fue necesaria la inoculación de nanites para los espectadores. Los conciertos, el teatro, las muestras de pintura, se convirtieron en sesiones espectrales donde las mentes, abducidas por las fantásticas maquinitas sumergidas en el torrente sanguíneo, deliraban a puro vértigo. De tan veloces, Post-artistas y Post-público permanecían extáticos en cada performance, presos de manipulaciones sinápticas, una respuesta programada por los algoritmos inscritos en los minúsculos insectos que bullían en las células de todos. La expresión y la impresión se maquinizaron. Fueron visibles las resoluciones más altas; se hicieron audibles las frecuencias que antes nunca habían hecho vibrar los tímpanos; pudieron contemplarse estéticas ridículamente perfectas, hasta el paroxismo. Se forzó la percepción más allá de los límites de la cordura.
Esto duró un tiempo, y luego los sistemas nerviosos se llenaron de geles extraños. La gente se vació. El Post-arte había cumplido su ciclo. Y frente a esa consumación, las personas no quisieron buscar más. Todo se había dicho, todo se había hecho. No había más fronteras que cruzar. Hombres y mujeres se encerraron en sí mismos, en un empotramiento infinito, amplificado por los nanos y sus nuevas rutinas autoprogramadas. El mundo se silenció.
Ahora todos duermen, casi inmortales, navegando dentro de sus propios cuerpos.
Y aquí, en las Malvinas, estamos nosotros, los Insomnes, algunas centenas de inadaptados que nos hicimos extraer los nanos a tiempo. Nuestros niños —nacidos puros— nos lideran y nos enseñan.




Hoy tenemos clase de Dibujo. Hace dos semanas que logré hacer unos palotes aceptables. Desde ayer intento dibujar una casa junto a un árbol, y el sol sobre ellos. Al observar mi trabajo, el maestro se saca un moco de la nariz, lo mira con curiosidad y sonríe. Luego me corrige:
—Al sol le faltan los ojitos y la boca —y agarra mi lápiz—. Así, ¿ves? —dice mientras hace unos trazos incomparables sobre el papel arrugado.

Néstor Darío Figueiras, (Buenos Aires, 18 de noviembre de 1973), es un escritor, músico, productor musical e ilustrador aficionado argentino. Su producción literaria se enmarca principalmente dentro del género de la ciencia ficción, aunque también ha escrito obras de terror y fantasía.