viernes, 5 de abril de 2024

HECHIZO DE TRES LUNAS

Oscar De Los Ríos



 

Recién recibido en la academia de policía, Hank el pulpo humanoide, caminaba de noche por la ciudad realizando la tercera ronda consecutiva. Su función era la utópica y para nada reconfortante tarea de mantener en orden las calles. La noche era clara y las tres lunas del planeta tierra brillaban en el firmamento, coronado de estrellas. Perdido en absurdas teorías sobre cómo se habría partido la luna en tres pedazos, casi chocó de frente con un ser de dos metros treinta de altura (el apenas alcanza el metro cincuenta), que se bamboleaba por la vereda gritando.

―¡Cerebros… cerebros! ―con voz de ultratumba, mientras el aire se impregnaba de un exquisito hedor a podredumbre.

Hank quedó paralizado. Sus tentáculos parecían atornillados al plástico que recubría la calle. Al fin logró moverse apenas lo suficiente para sacar el arma de rayos adormecedores, cuando una voz ordenó.

―¡Corten! ¡Corten! ―mientras una multitud corría gritando espantada—. ¿Se da cuenta de lo que ha hecho? ―El director se dirigió a Hank saliendo de un sector en penumbras, al tiempo que la multitud se dispersaba, tan rápido como habían llegado.

Más tranquilo, ahora tenía a un ser humano y no un zombie espeluznante en frente, Hank le dijo:

―Debería arrestarlos, a usted y al engendro ese, por perturbar la noche de la ciudad. ¿Qué creen que están haciendo?

―Un momentito: ¿a quién llama engendro? ¿Acaso no me reconoce? ―El zombie mostró su cara más feroz congelando los tres corazones de Hank.

―Tranquilo, Leonard ―dijo el director—, es apenas un pulpo humanoide que sacaron a pasear para que la película se retrase. ¿Quién le pagó?

En ese momento, a Hank le cayó la ficha; el zombi era Leonard Chtzrog, llegado del espacio exterior para hacer la remake en holograma quintusensorial de algunas películas de terror del siglo anterior. En estos hologramas la gente interactúa dentro la película, por eso contrataron un zombi real.

―Los que filman El Hombre Lobo ―le contestó Hank con sarcasmo―. Debo retrasarlos hasta que salga la luna llena.

Leonard levantó su único ojo sin pestañas hacia las tres lunas que brillaban en el cielo, y rio mostrando una larga hilera de dientes afilados. Luego dijo:

―Es gracioso el pulpi. Deberíamos contratarlo como guionista.

―Bien, menos charla y muéstrenme los permisos ―les ordenó Hank recobrando el aplomo. Y al tiempo que los apuntaba con la pistola de rayos, palpó de armas al director con sus tentáculos terminados en pequeñas manos humanas. Cuando fue el turno del zombie se sintió atraído y, extendiendo el brazo hectocotilo, revisó sus zonas íntimas. Sus tres corazones latieron desbocados, y chasqueó los labios entrecerrando los ojos.

 ―¡Ah, pulpito vicioso! Sorprendido o excitado ―le dijo el grandote tirándole un beso con sus manos de seis dedos sin uñas.

―Ambas ―le contestó Hank recobrando el ánimo―. No sabía que sos travesti.

Por primera vez se atrevió a tutearlo.

―Está equivocado, mi pervertido amigo. ¡Hermafrodita! ―Trató de ser sensual al decirlo y sonrió de una forma que hizo titilar las luces de la calle.

―Bueno, basta de cháchara, que tenemos una película que hologramar ―dijo el director malhumorado―. Ya vio los permisos, ahora retírese.

Nadie podría decir si fue un flechazo o más bien que flashearon, lo único cierto es que, desde que se encontraron durante el rodaje de Zombie, la amenaza del espacio exterior, hubo una atracción fatal entre ellos.

La separación, a partir de esa misma noche en que se encontraron, fue inevitable: pertenecían a mundos deferentes. Leonard siguió con la filmación y Hank continuó con la tediosa rutina de rondas.

Pasaron dos años antes de que se estrenara la película de Leonard. A estas alturas Hank se había transformado en su fan número uno mientras lloraba en los rincones un amor imposible.

Por esa misma época lo trasladaron al escuadrón antibombas, debido a que era el único que podía manejar la antigua consola de desarme manual, de tres teclados con pantalla ultra 10K transparente, que permite ser colocada delante de un explosivo y escanearlo, buscando la forma de lograr la desconexión en menos de un minuto.

 Este acontecimiento levantó un poco el ánimo del pulpo humanoide. Cuando no tenían una bomba para desarmar, la consola le permitía conectarse a la súper red y vivir una experiencia holográfica trisensorial. La pantalla no daba para una experiencia quintusensorial (que permitía tener las mismas sensaciones que en un contacto físico), su procesador, anticuado y lento, dejaba las figuras estáticas si se lo exigía demasiado. Aun así, interactuar con Leonard de esta forma le servía para paliar la soledad.

 Muy pocas cosas alteraban la rutinaria vida de Hank, cuando se produjo el atentado en la casa del gobernador. Al pobre tipo lo habían atado a su sillón favorito con una bomba bajo el culo capaz de volar la habitación entera. Pedían un rescate de cien millones. Como era de esperar ,Hank fue llamado a la oficina del director… que estaba reunido con el presidente en persona, o mejor dicho en imagen. Entró sin llamar y, antes de que se desconectara, escuchó decir al presidente.

―El culo de ese gordo no vale ni un millón, además no podemos ceder, mande al pulpo a proceder con el desarme del artefacto.

―Tenemos entendido, señor presidente, que el detonador se dispara en menos de treinta segundos, y necesitamos al menos de un minuto―una gruesa gota de sudor perlo la frente del director al decir esto.

―No se preocupe, si falla invertiremos los cien millones en dotar a la consola de desarme con una neurona humana, y esto la hará cien veces más rápida. Al menos, eso me ha comunicado mi equipo de científicos.

Una vez que el presidente se desconectó, el director, muy serio, le preguntó a Hank.

―¿Qué te parece lo que escuchaste, pulpito.

―Que no es el culo del presidente el que está en el sillón.

Media hora más tarde se cruzaron en el comedor y, sin poder evitarlo, siguieron riendo.

La felicidad tiene caminos inesperados y otros pagan el precio. Para que Hank pudiera interactuar con el holograma quintusensorial de Leonard, el gordo debía volar por los aires.

 Y así sucedió. Luego de solemnes funerales por el gobernador, se procedió a la intervención quirúrgica. Lo que no pudieron prever fue la mutación que se operó en la consola, que al interactuar con la neurona femenina hizo eclosión. Eva nació al mundo. Hank estaba en ese momento crucial junto a ella acariciando suave y cariñoso el teclado. Eva se enamoró perdidamente de él. Una descarga eléctrica la recorrió, provocando en Hank un triple paro cardiaco. Por suerte una segunda descarga lo revivió. Fue así que comenzaron un romance casi perfecto; casi, porque Hank no podía olvidar a Leonard.

Ella lo bautizó Adán y ese mismo día se amaron en un holograma que representaba el Paraíso. La relación entre ambos era idílica. Eva decía tener recuerdos de la época en que era un simple mueble con una vida por nacer, y le describía la emoción que la embargaba al sentir sus ocho manos sobre el teclado. Adán le seguía el apunte contándole que la imaginaba como una mujer hermosa y sensual. A Eva le encanta que se refiera así a ella (aunque distara mucho de tener apariencia humana). Por otro lado, gracias a los hologramas quintusensoriales, hacían el amor de todas las formas posibles; hoy se metían en la piel de una pareja del siglo XV y, al otro día, hacían un casting porno. A esto hay que sumarle el éxito profesional: tenían el record absoluto de desarmes de artefactos explosivos del mundo.

Todo era color de rosa, y Hank (el pulpo humanoide se debatía entre dos personalidades: por un lado era Hank triste enamorado de Leonard y, por otro, era Adán feliz y cómodo con Eva), tenía un único sueño por cumplir. Si lograba plasmarlo ya nada se interpondría en la felicidad de Adán y Eva; la sombra de Leonard desaparecería para siempre. Una noche, mientras casualmente (Hank esperó a que Eva eligiera esa película, tenía terror de que sospechara algo. Ella era peligrosamente celosa), miraban Zombie, la amenaza del espacio exterior, Adán le propuso a Eva que entraran en el holograma y ella encarnara al zombie. Al principio Eva se resistió, le pareció asqueroso y repulsivo, pero Hank logró convencerla. Dentro del holograma, Eva (convertida en Leonard), lo amenazaba con comerle la cabeza y Hank excitado bufaba y pataleaba balanceando su miembro en busca del sexo de Leonard, cuando al intentar penetrarlo, se le puso blando como un flan. Lo intentaron varías veces más y siempre ocurría lo mismo. Por más quintusensorial que fuera el holograma, Hank no lograba sentir la misma atracción que experimentó aquella noche por Leonard. El programa había sido cargado por un humano y ¡mierda si sabía cómo se sentía el sexo de un zombie!

Desde ese momento no pudieron volver a tener relaciones y Eva lo atribuía a que Adán había quedado traumado.

―¡Ay pobrecito! ¡Qué horror habrás sentido por culpa de ese monstruo! ―le decía Eva―. No te preocupes pronto volveremos a ser una pareja normal.

Salvo por la falta de encuentros sexuales la relación entre ellos siguió igual hasta que, un mes más tarde, Leonard apareció por la delegación con una carta de recomendación del nuevo gobernador. Había movido influencias para que le permitieran estar en el desarme de una bomba. La excusa era ganar experiencia para el rodaje de su nueva película Terrorismo zombie; pero la verdadera razón de su arribo era otra: venía buscando al pulpito. Desde que se produjo el encuentro Leonard tampoco había podido olvidar a Hank, y arrastraba su pena por los estudios de grabación.

 Leonard entro a la delegación y el revuelo que produjo fue igual a una amenaza de bomba nuclear en la ciudad. Hank fue de los primeros en verlo y su impulso fue arrojarse sobre él y poseerlo en medio de la estación. Por suerte Leonard estaba rodeado de todo el personal firmando autógrafos y sacándose fotos. Luego de una hora lo llevaron a ver al director. Pasado el primer momento de arrebato, Hank, con la cabeza más fría y los tentáculos sobre la tierra, pudo poner las ideas en orden y esperar el momento en que Leonard se retirara para abordarlo fuera de la estación; Eva no podía siquiera sospechar el amor que él sentía hacia el zombi, esa atracción fatal que le hacía perder la cabeza.

Después de averiguar que Hank formaba parte de ese escuadrón y, sin poder ubicarlo, Leonard se retiró. Hank salió tras él y lo abordó en un callejón sin cámaras, pues sabía que Eva lo controlaba a través de todos los dispositivos de la ciudad.

―Leonard ―gritó Hank.

El zombie se detuvo como paralizado por un rayo adormecedor y Hank se paró frente a él.

―¡Ah! Al fin te encuentro pulpito vicioso ―sacando una enorme lengua Leonard le dio un lengüetazo que hizo hervir la sangre de Hank, y asomar su brazo hectocotilo, mientras un exquisito olor a podredumbre, segregado por el zombie al entrar en celo, invadía el lugar.

Hank quiso penetrar a Leonard en ese mismo instante y este lo rechazo arrojándolo con fuerza contra un montículo de basura.

―Ahora no es el momento, mi pequeño calentón. Estoy con mi periodo y, siquiera una gota de mi sangre te rozara, el miembro se te caería en pedazos agusanados.

―¿A qué viniste, entonces? —preguntó Hank, colérico.

―Tranquilo, amor ―dijo el grandote tratando en vano de sonar cariñoso―. He venido a buscarte para que nos escapemos juntos a la finca que tengo cerca del mar y entonces ahí dar rienda suelta a nuestra pasión.

Justo en ese momento sonó el móvil y Hank tomó la videollamada, quitando a Leonard del ojo de la cámara.

―Adán, amor, ¿adónde fuiste? Aquí todo es un caos. Estuvo ese horrible zombie de la película.

―Salí a tomar aire, no pude soportar verlo, querida. No podía respirar debido al asqueroso hedor que lo acompaña.

―Si querés volver ya se fue.

―Ahora voy ―y cortó besando la pantalla del móvil.

―¡¿Quién era esa?! ―preguntó Leonard poniéndose rojo de celos.

―Es mi pareja. ¿Y qué? Aparecés de la nada después de dos años y esperas que yo me rinda en tus brazos.

Un sonido inarticulado, como gárgaras de ácido, salió de la boca del zombie.

―Yo me ocuparé de ella.

―¡No. No harás nada ¡o nunca me volverás a ver!

―La quieres. Ya lo veo.

―Sí, pero a ti te amo y nos iremos juntos. Solo dame una semana.

―Está bien, es el tiempo que tengo para aprender a desarmar una bomba. Y tú me enseñarás. De paso conoceré a esa tal Eva, sé que trabajan juntos, lo leí en el portal de los Guinnes.

Al encontrarse de nuevo con Eva, Hank se mostró cariñoso y atento, debía mantenerla feliz hasta su partida. Era lo menos que podía hacer por ella.

 Lo que no sabía era que, a pesar de haberlo ocultado del lente, Eva poseía un gran angular que puso a Leonard en el centro del foco. No le dijo nada; primero averiguaría que había entre ellos. Para lograr su cometido entró en todos los portales de la superred donde se lo mencionara a Leonard y fue así que, en el Facebook de Julián Ortiz, el camarógrafo de Zombie, la amenaza del espacio exterior, encontró la filmación del primer encuentro entre Hank y Leonard. No le bastó con verlo, sino que entro en la escena y descubrió la inconmensurable pasión que consumía a Hank por Leonard. En ese mismo instante supo que lo había perdido para siempre. Solo le quedaba una cosa por hacer.

Pasaron un par de días de gran tranquilidad, en los cuales Adán hizo sentir a Eva dueña del Paraíso. En la mañana del tercero se presentó Leonard. Luego de una nueva ronda de autógrafos y selfies, se encontró con Hank y con Eva. Eva había hecho lo imposible para que este encuentro no se diera, pero a pesar de su amenaza de apagarse y no volver a trabajar en el desarme de una bomba, la llevaron igual al laboratorio de prácticas.

Un dispositivo sencillo de desarme manual estaba sobre una mesa, en el medio del salón; procedieron a desactivarlo. Como era de rigor, Hank colocó el artefacto explosivo detrás de la pantalla transparente de Eva y, luego de algunas manipulaciones que dejaron al descubierto el corazón de la bomba, Eva comentó como al descuido que debían dejar que el invitado cortara el cable de anulación del disparo remoto.

Leonard agradeció el gesto con una reverencia y cortó el cable rojo a indicación de Hank. La explosión hizo estremecer las paredes de la habitación, cubriéndolas con los restos de Hank y Leonard; mientras un líquido viscoso se escurría por un resto de la pantalla transparente de Eva.


Oscar Luis De Los Ríos es un escritor argentino nacido en Rosario, provincia de Santa Fe. Comenzó a escribir después de los cuarenta años y a partir de entonces sus cuentos aparecieron en la revista Cametsa de Perú, en el blog Sinergia, en el podcasts El buen cruel de México, donde sacó el segundo lugar en el concurso de crónica literaria, y en la antología Argentino-boliviana Estaño y plata. Publicó, en colaboración con el escritor Alejandro Bentivoglio el libro de microficciones Esta historia continuará (O no). Los cuentos "El reloj" y "Todos los cuentos, un mismo final", han sido publicado en entregas anteriores del blog SINERGIA.


No hay comentarios:

Publicar un comentario